Reseña de “Vida de consumo”: Somos un objeto de consumo que puede ser deshechado

Esa es una de las más alarmantes conclusiones a las que se llega después de leer “Vida de consumo” de Zygmunt Bauman. Como consumidores hemos llegado a considerar al otro como un producto que puede ser deshechado, descartado o bien “consumido”. Las relaciones en la sociedad de consumo adquieren la volatilidad de la propia acción de consumir. Y por supuesto nosotros también somos productos que pueden ser deshechados por otros.

Bauman en su “vida de consumo” realiza una demodelora crítica al consumismo. Relata la transformación de la sociedad de la modernidad sólida (la de los ejércitos conscriptos, la de la producción en masa, la de lo ejércitos de obreros industriales) a la de la modernidad líquida (la de unos valores relativos, cambiantes en cualquier momento, de la cultura del consumo). Nos explica como ha pasado de la ética del trabajo a la ética del consumo.

En la primera modernidad los excluídos eran aquellos que por sus carencias físicas, psíquicas, personales o sociales no podían aportar nada a la sociedad productiva. O sea, no podían ser reclutados como soldados, o aportar un valor en la cadena de producción, o realizar las tareas (a las que normalmente relegaban a las mujeres) de apoyo y asistencia a estas tareas.

En la modernidad líquida, sin embargo, los excluídos son aquellos que son consumidores fallidos. El “parado” (típica figura del excluído en la modernidad sólida) no es un excluído en la sociedad consumista por el hecho de no trabajar, sinó por el hecho de que no puede consumir de la misma manera que una persona con unos ingresos más adecuados. Los pobres no son una fuente inagotable de mano de obra disponible (como en la sociedad productiva, es decir aquella donde la producción aparecía como elemento más relavante de la actividad humana), sinó unos excluídos que no podemos esperar de ellos nada ni proporcionan oportunidad alguna porqué son literalmente consumidores fallidos.

Esa es al menos una de las conclusiones que llega el autor. Como toda descripción paradigmática siempre es parcial. La actividad productiva sigue siendo importante en la sociedad de consumo, a pesar, que como indica Bauman primero somos consumidores, luego trabajadores o profesionales. Y es verdad que las generaciones que nos hemos visto embebidas en los valores de la sociedad de consumo desde bien pequeños hemos sido adoctrinados (por esa mano invisible de la que habla Adam Smith, no necesariamente por ningún poder fáctico con cara y ojos) a la optención del placer inmediato, reduciendo el tiempo al mínimo desde la aparición del deseo a su satisfacción. En cambio la ética del trabajo postergaba la satisfacción del deseo. Siempre era mejor ahorrar para poder comprarse un pequeño capricho, ahora en cambio el incentivo es endeudarse para conseguirlo lo antes posible.

No haré una valoración moral de este cambio de valores, también la modernidad sólida tiene sus “peros”, ¿es preferible una sociedad de hedonistas dispuestos a casi todo por la satisfacción de sus deseos, deseos que a su vez son incentivados por la propia sociedad o una sociedad de productores donde se anteponga el “bien colectivo” a los intereses individuales de forma que seamos piezas en un engranaje?. En ambos casos se trata de una descripción parcial, simplificadora, pero en cierta manera intuitiva y muy ilustradora de una visión del ser humano al menos en apariencia cáustica.

Seguramente cada individuo tiene sus propios criterios, sus mecanismos de reacción y compensación de la presión social, y no somos esos monstruos hedonistas, aunque a veces lo parezcamos; pero repito, el poder de la descripción de Bauman es tal que permite entrar a reflexionar.

Por último y como más demodelora conclusión, se llega a que esta ética del consumo llega incluso a las relaciones entre seres humanos. Buscamos en el otro un producto, unas características que nos satisfagan, nos proporcionen los beneficios de la relación social minimizando los costes. Descartamos relaciones porqué estas tienen menor “valor de mercado”; incluso cuando hemos optado por “consumir” una relación determinada pueden aparecer pasado un tiempo insatisfacciones (al igual que nos pasa con muchas de las cosas que compramos) y deshechamos esa relación porqué “el producto no satisface nuestras espectativas”. Pero esto también se gira a la inversa, nosotros somos productos que pueden ser deshechados por nuestros semejantes, hasta el punto de tenernos siempre alerta para que nuestro valor de mercado sea alto:

“la identidad es una condena a realizar trabajos forzados de por vida. (…). Recordemos que a los consumidores los mueve la necesidad de convertirse ellos mismos en productos – reconstruirse a sí mismos para ser productos atractivos – y se ven obligados a desplegar para la tarea las mismas estratagemas y recursos utilizados por el marketing. Forzados a encontrar un nicho en el mercado para los valores que poseen o esperan desarrollar, deben seguir con atención las oscilaciones de la oferta y la demanda y no perderle pisada a las tendencias de los mercados, una tarea nada envidiable y por lo general agotadora, dada su bien conocida volatilidad.”

Esta propuesta que nos puede parecer exagerada, es posible que no esté tan alejada de la realidad, y que nos sea una herramienta útil para algunas aproximaciones a los valores que socialmente se promueven y propagan alrededor de nuestra identidad en la sociedad del consumo. Esta idea, trasladada al mundo laboral ya orbita desde hace mucho tiempo. Numerosos consejeros laborales, libros e incluso programas de formación están orientados a hacernos un “producto laboral” más atractivo que otro. Cualquiera que haya pasado por bastantes entrevistas de trabajo al final se siente como un producto a la espera de ser comprado. Esta lógica que aceptamos como válida (al existir un mercado laboral con su oferta y demanda), según Bauman se traslada a nuestra identidad, a nuestras relaciones sociales, a lo que somos y nos describe como yo a nosotros mismos. Y es posible que así sea… Se hablan de muchos productos, actividades y actitudes como elementos con “moneda social”, es decir el que los tiene, las realiza o lo “és” tiene un mayor valor de moneda social para un determinado grupo. De ahí la potencia que tienen las marcas, no porqué con ella identificamos unos productos o gamas de productos, sinó porqué forman parte esencial de la identidad de muchas personas, y el comprar tal o cuál producto de una determinada marca ayuda a afianzar “lo que somos”, que rápidamente puede ser deshechado por un “nuevo yo”.

Bauman en su libro consigue, tal vez sin buscarlo, la provocación. Desde una visión poco moralista ya que otro tipo de valores y sociedades también generan psicosis, formas de manipulación y excluídos; podemos analizar de forma crítica a través de los razonamientos de Bauman nuestra sociedad del consumo.

5 comentaris a “Reseña de “Vida de consumo”: Somos un objeto de consumo que puede ser deshechado

  1. Vamos a ver… cierto es que se abusa del consumo y nos rodeamos de trastos totalmente innecesarios y decimos aquello tan horrible de “Es que no tengo nada que ponerme”, cuando tenemos el armario atestado de ropa y zapatos que a duras penas hemos utilizado un par de veces. Sin embargo, no lo inventamos nosotros el consumo. Cuando los pobres nos conformábamos con vivir en una barraca más parecida a las chabolas de Filipinas que a una casa, éramos felices con tener un par de zapatos que duraban hasta que se agujereaban las suelas o se quedaban demasiado pequeño, etc., etc…, los señores propietarios de fortunas de procedencia dudosa pero solventes, ya consumian. Y no se lo ganaban precisamente con el sudor de su frente o cualquier otra “ética del trabajo” que se inventaban para engañar a los pobres. Es cierto que aquellas carencias fortalecían nuestro carácter y, a base de frustraciones, nos acostumbrábamos a aceptar un no sin pedir explicaciones. En cuanto a las relaciones con nuestros semejantes, cierto es que, aparentemente, se mostraba más respeto por los padres, profesores, etc… Nos ha jodio mayo con tantas flores, a base de golpes en la mayoría de los casos. También es cierto que las familiar primero trabajaban y cuando tenian ahorrado gastaban, pero era porque no tenian cubiertas necesidades tan vitales como la asistencia médica, con lo cual vivian siempre con la angustiosa necesidad de tener algo ahorrado por si venían maldadas. Mi abuela explicaba que cada vez que tenían ahorrado para dar la entrada de una casita, algún hijo cogía una enfermedad importante y los médicos se llevaban todos los ahorros. En cuanto a las relaciones entre las personas, amistades, de pareja, etc., no creo que hayan cambiado mucho. Es cierto que los matrimonios duran mucho menos que antes, pero también lo es que muchos de los de antes duraban por pura presión y represión, por el qué dirán, por si le dejo me mata (como desgraciadamente pasa ahora), por la dependencia económica más brutal que padecía la mujer, por la cantidad de hijos que tenían. Sin dinero, con un montón de hijos y con la moral de total represión de las libertades individuales, ¿cómo se iban a romper los matrimonios? Se rompían únicamente aquellos en los que el hombre decidía abandonar a la mujer y a los hijos a su suerte, y créem que sé de lo que hablo.
    Estoy de acuerdo que ahora muchos nos pasamos un pelín, pero creo que, como decía Mandela, un sarampión que había que pasar. Algunos surgimos de tal miseria y represión que dando vueltas al tornillo para abrir la ventana y respirar, se nos ha pasado de rosca y lo tenemos un poco bailongo y despistado a la espera de que futuras generaciones encuentren el punto exacto que ni apriete en exceso ni se descuelgue del todo.
    Bueno, pues eso, que yo también estoy en contra del consumo alocado y de convertirlo todo en objeto vendible, pero no acepto para nada aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor. En este nuestro país, con todos los problemas que tenemos y los defectos que hemos desarrollado, jamás fue la persona tan respetada y considerada, nunca un trabajador tuvo oportunidad de que se le tratara con el mismo respeto que a un señor y nunca soñó con poder ver a sus hijos en una universidad. La tan cacareada ética del trabajo servía especialmente para que unos cuantos cínicos, entre los que se contaban las altas jerarquías eclesiásticas, vivieran a cuerpo de rey a costa del brutal sacrificio de los trabajadores. Sí estoy de acuerdo en que es necesario reivindicar y ayudar a construir una ética del trabajo, pero no la que teníamos antes.

  2. Julia:

    Ni el autor (ni de paso yo) planteaba que “cualquier tiempo pasado fué mejor”. Es, como todos los sociólogos que analizan la sociedad de consumo crítico con las formas de control social difuso que hay en la modernidad líquida. No dice que las formas de control social de la modernidad sólida fueran mejores. En palabras de Chomsky “las dictaduras (y aquí añado, en los estados de la modernidad sólida) el control social se hace por la fuerza, en las democracias con las mentiras”. En el primer caso la única ventaja era que sabías quien te oprimía y podías dirigir un esfuerzo en contra de esa dirección. En la modernidad líquida todos participamos de los valores culturales, en cierta manera forman un control social parecido al de la época premoderna donde los usos sociales eran dirimidos por la “comunidad” y la marginación social no se realizaba mediante un ejercicio de la violencia (como en el caso de un conscripto que no fuera al ejército) sinó de forma más sutil. En la modernidad líquida la principal forma de control social es la cultura del consumo (no el consumo en sí mismo, que este siempre se ha realizado) y participamos todos en su difusión y reproducción. Esto no es “malo” o “bueno” en sí mismo… y los sociólogos cuando se meten a fotografiar y describir la sociedad (o sus elementos más significados y que la diferencian de otras sociedades anteriores) lo intentan hacer sin poner su propia moralidad o juicios de valor por medio. Por eso la descripción cruda suena tan así, cáustica. Lo mismo puede ocurrir si lees a Galbraith o Stiglitz como economistas, describen los “fallos” del mercado, los monopolios de facto, el abuso de las direcciones empresariales y el engaño a los accionistas. Con ello no dice que prefiera el mercantilismo del siglo XIX, sinó que fotografía lo que no funciona de finales del siglo XX.

    En definitiva, no veo a Bauman en la escuela de Frankfurt, lo veo más próximo a visiones menos “el capitalismo es una caca que se ha de acabar en sí mismo” como las de Bourdieu. De hecho habla de tercera vía (ojo, tercera vía es la socialdemocracia sueca!!!) cómo una buena alternativa.

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  5. El consumismo es el medio por el cual las grandes potencias han tratado de dominar a la humanidad y es el medio por el cual las élites mantienen el dominio de un estado que democráticamente aún no se ha expandido ni se ha hecho, ver de hecho la sociedad no se da cuenta que no solo consumen coas innecesaria se las ponen 3 o 4 veces y nunca mas las vuelven a ver las que no se ponen las dejan empolvar y solo quieren ver supuestas cosas nuevas que en verdad su alma no va a renovar, ni a limpiar ni a liberar. Se trata de un consumismo que vende no solo cosas materiales, sino ideas estúpidas e imágenes tontas en la farándula y los eventos tan idiotas que hoy en día promueven. Que bueno que parte de lo que promueven sean por ejemplo realitis viajando por el mundo recogiendo y repartiendo recursos para brindar beneficios a quienes necesitan en vez de crear pelicular y novelas y comedios violentas y tontas que no son productivas, pues ver como nuevos personajes recogen recolectas y apoyos voluntarios de distintas ciudades donde hay riqueza y sobra para ir donde hay pobres y ayudarles, al mismo tiempo que apoyar a los que quieren crear empresa en los pases subdesarrollados. Pues deben saber que le día de mañana en los países desarrollados van a necesitar espacio para espacio para poder sobre vivir y y subsistir ya que el planeta esta cambiando y esta desplazando a muchos habitant. Hay tantas cosas interesantes como ver como un grupo en un realiti emprende una labor de 10 años tratando de recuperar un ecosistema. Eso si es interesante estas son ideas buenas para consumir porque alimentan la mente. Así como comerse un buen poyo casero asado a carbón o un pavo de finca recién sacado del orno. Les invito a consumir con un perspectiva critica, sino no se come cuento con lo que dice un político, un sacerdote, el papa, un pastor, un mago, un científico que lo que dice hoy es verdad y a os 15 años es des actualizado y se cree que es mentira y a los 30 años se cree que es verdad, igual no se coma cuento de nada de lo que se compra por el hecho de que sea marca o así nos lo digan. La experiencia del consumidor lo dice. Todo producto debe ser económico y de la más alta calidad y versatilidad útil no para 3 ni para 6 cosas sino para 10 y para 20 cosas. Pues muchas cosas de las que se compran si no les damos todo el uso respetictivo por que en un momento dado ello se hace innecesario. Estas deben ser útiles por mas tiempo y para más cosas. La vida artificial no sirve para nada la vida natural si sirve. Lo único que no vendo ni compro es amor y Por amor lucho por mi hijo, mi esposa, mi patria, mi barrio, mi ciudad, mis familiares, soy solidario cuando puedo y solidario y unido cuando debo. Es hora de empezara pensar más que en globalización en “unión global” por una humanidad que da y recibe incondicionalmente con tanto amor y apertura como la lluvia y el sol que cae del cielo.

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