El estado de la deuda soberana en Europa y el síndrome esta vez es distinto. Deuda soberana en su contexto histórico.

Es evidente que la serie, crisis, menos actividad económica, menos recaudación para las administraciones y más gasto por mecanismos automáticos (seguro de desempleo, etc..) está haciendo que los países se estén endeudando.

Es algo inevitable, y no tiene que ver con lo bien que lo hicieran fiscalmente unos países u otros. Por ejemplo, Dinamarca país que es aún conocido por su excelencia fiscal ha tenido que incrementar su deuda soberana en más del 60% en los últimos tres años. Los países como España o Irlanda que mantenían su deuda antes de la crisis a niveles más que aceptables (por debajo del 35% del PIB) han visto como se disparaba por la caída de ingresos y los mecanismos automáticos de incremento de gasto.

España ha pasado su deuda del 36% al 61% del PIB en 3 años e Irlanda del 25% del PIB al 95% del PIB.

Reinhart y Rogoff han realizado un excelente trabajo Esta vez es distinto: Ocho siglos de necedad financiera hacen una recopilación de las diversas crisis de deuda, bancarias, inflacionarias, etc.. de las que hay registro histórico. Logran aglutinar y hacer homogéneas una serie de datos, con la complicación que ello conlleva. Por eso pueden hacer comparaciones históricas y encontrar pautas en el comportamiento general en los diversos tipos de crisis.

Uno de los datos que se evidencían es que una crisis bancaria posterior a la IIWW (y han habido 5 grandes crisis bancarias además de la primera gran contracción del 1929) lleva asociada detrás una crisis de deuda pública: no solo por los rescates bancarios que suponen cuantías minúsculas respecto al nuevo nivel de endeudamiento, sino porqué las crisis bancarias llevan asociadas una enorme caída de la actividad económica y del empleo (de media los países ven incrementar el desempleo en un 7% y una caída del valor de la vivienda del 35%).

Como dicen Reinhart y Rogoff, siempre existe el síndrome “esta vez es distinto”, pero al parecer esto no se limita a los momentos previos a la crisis, sino a los posteriores. Hoy se alerta de los grandísimos niveles de endeudamiento que tienen los estados europeos. ¿Pero es eso cierto? Vayamos a los datos y veamos si “esta vez es distinto” y los estados lo hacen bastante mal.

Los datos de deuda soberana son públicos y el Eurostat hace un excelente trabajo de recopilación. Se puede ver la evolución de los diversos estados europeos y como ha evolucionado la deuda soberana.

En la siguiente gráfica se puede observar la evolución de la deuda soberana para diversos países europeos con base 100 en el 2007 (es decir podemos ver la evolución porcentual de la deuda en los diversos años de la crisis respecto al último año de bonanza).

Fuente Eurostat: Evolución de la deuda soberana con respecto al 2007 (donde definimos la base 100). No está deflactada por inflación o decrecimiento del PIB, para poder homogeneizarla con los datos con los que trabajan Reinhart y Rogoff (2009). La línea punteada marca la media histórica de crecimiento de la deuda soberana tres años después del inicio de la crisis, tratada también como 100 en el último año de bonanza. Los episodios de crisis bancaria que se recogen, incluyen todos los grandes episodios de crisis bancarias producidos con posterioridad a la IIWW (Malasia (1997), México (1994), Japón (1992), Noruega (1987), Filipinas (1997), Corea (1997), Suecia (1991), Tailandia (1997), España (1977), Indonesia (1997), Chile (1980), Finlandia (1991), Colombia (1998)).

Fuente Eurostat: Mismos datos que en la gráfica anterior pero se seleccionan solo los países en riesgo de ser rescatados o una situación más sensible (con la excepción de Irlanda que ya se escaparía de esta gráfica).

Se puede observar que en estos tres primeros años de esta crisis bancaria, los estados europeos se han endeudado menos que la media de endeudamiento en los primeros tres años de los países afectados por crisis bancarias anteriores (pero recientes).

España por ejemplo ha pasado de que la deuda en el 2010 creciera un 60% respecto a la que había en el 2007, pero es que en 1980 la deuda española era un 110% superior a la de 1977.

Tan solo dos países de la Europa occidental han visto crecer su deuda por encima de la media de los episodios de crisis bancaria anteriores, Irlanda cuya deuda ha subido como la espuma (aún así, el crecimiento le deja por debajo de deuda como porcentaje del PIB la italiana), y el Reino Unido que supera muy ligeramente la media de crisis anteriores. Precisamente países cuyo paradigma de gestión fiscal era lo que aún abogan algunos: “buena gestión y reducción de impuestos”. Por suerte, incluso a los descerebrados de los pseudoliberales catalanes (mal llamados por aquí como CiU) parece que la lógica de reducción de impuestos se les está atragantando y van a tener que transigir en sus medidas de recortes de impuestos.

Está claro, los países más liberales de la UE y con menor presión fiscal (como España) ante la crisis son los que más deuda soberana han tenido que asumir. Con un sistema público tan frágil es imposible aplicar medida keynesiana alguna sin que tu deuda se dispare como la espuma, y queramos o no, el sector público tiene estabilizadores automáticos que se activan cuando hay una crisis para actuar a contracorriente de la crisis.

En el conjunto de estados de la UE, hay los que una combinación de una fiscalidad seria en época de bonanza, un estado del bienestar potente y el no verse tan afectado como otros países por la crisis financiera, les ha hecho que su endeudamiento apenas haya crecido. La gloriosa, épica y fantástica Suecia que apenas ha visto aumentar la deuda un 4% en estos años (por debajo de inflación). Todo el resto “ha pillado cacho” de una manera u otra.

Hay los que ya estaban endeudados hasta las cejas como los italianos cuyo margen de maniobra solo les ha dejado incrementar su deuda un 15%, y otros como los daneses que aún mantenían un nivel de endeudamiento público más bajo más potente que Irlanda o España, que han podido disparar sin pillarse demasiado los dedos, la deuda pública en un 60%.

Los dos grandes centroeuropeos, Alemania y Francia han incrementado su deuda en un 30% (y aún tienen un porcentaje de deuda sobre el PIB superior al español), tan solo un poco por debajo del incremento de la deuda griega (37%).

Y tenemos los que hoy están en primera línea de fuego de los mercados financieros: Portugal, España, Irlanda, Grecia e Italia. Reino Unido no  está tan amenazado porqué tienen una moneda que puede devaluar. Como vemos todos ellos excepto Irlanda y Reino Unido mantienen un crecimiento de la deuda por debajo de los otros episodios de crisis bancaria.

Es cierto que hay unas salvedades, la deuda como % del PIB de Italia, Portugal y Grecia de partida eran ya muy altas (especialmente Italia), y los números de Grecia han sido muy poco creibles. Pero en general incluso los estados más “frágiles” en esta crisis han mantenido un comportamiento de su deuda más responsable que el de otras crisis. Los datos de desempleo son malos, por ejemplo en España ha aumentado más de 12 puntos el paro (datos EPA), ahora bien, sin aminorar el problema, la crisis de 1977 española elevó el paro también en esa cantidad (considerando que no era una crisis internacional y por tanto podíamos tirar más de exportaciones y de tirones como el turismo y que contábamos con moneda propia que se pudo devaluar).

Conclusiones, si los mercados (y los euroburócratas) fueran racionales no deberían obsesionarse en la credibilidad de la deuda soberana

Los mercados internacionales están “acojonados” con respecto a la deuda europea, es verdad que Frau Merkel hace todo lo posible para seguir asustándolos, pero cuando se compara con otras crisis de postguerra (dejo a un lado comparar con la crisis del 29 donde los datos de deuda pública, impagos, desempleo, etc… son mucho más dramáticos), los estados europeos están siendo bastante más responsables.

En ninguna de las 5 grandes crisis bancarias de postguerra ningún país occidental de los afectados ha dejado de pagar su deuda soberana o ha cometido una fallida. Ni siquiera España con su crisis de 1977.

Con esto no quiero hacer un alegato al gasto sin sentido, a considerar que la deuda soberana no nos tenga que ocupar y que medidas de equilibrio fiscal sean rechazables. Pero como dice alguien poco sospechoso de trosko-comunista-mutante como la directora del FMI alerta, obsesionarse con la deuda soberana por encima del problema del crecimiento es muy peligroso. Es decir, que ya no es solo Krugman el que alerta de este problema.

Sí, no podemos ponernos a gastar como locos sin pensar como se pagará la fiesta después, sobretodo teniendo en cuenta que hay gente que durante la época de bonanza (algún que otro ayuntamiento) lo ha hecho mal. Ahora bien, no nos deberíamos obsesionar como locos. Un recorte salvaje en el gasto público puede tener consecuencias sociales más graves que el asumir 2 o 3 décimas más en el pago del interés, y el parón en el crecimiento está ahora relacionado con la segunda fase de esta crisi bancaria, que le sigue no una crisis de deuda pública (excepto Grecia, ningún otro estado europeo tiene riesgo real de fallida, por más que Merkel se empeñe en meternos en este lío) y los crecimientos de deuda no han sido tan brutales como en anteriores ocasiones (en las que los estados soberanos han terminado pagando esa deuda), sino en el estado psicológico de que “esta vez es distinto” y no se va a pagar la deuda.

A diferencia de Marc Vidal, uno de los analistas de esta crisi más brillantes (al menos de los pocos que acertó en la predicción de la crisis), yo pienso que esta vez no es distinta a otras crisis bancarias serias que hemos sufrido y que tenemos que analizar los indicadores en su contexto histórico. Si lo hubiéramos hecho en el 2005 o en el 2006, seguramente podríamos haber paliado parte de la ostia monumental que el sistema bancario se ha metido. Al menos no cometamos esta vez, el error de pensar que esta segunda fase de la crisis esta vez es distinto y por ello ahondemos más aún la crisis obsesionándonos con la deuda y poniéndola delante del verdadero problema: el crecimiento económico.

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