Análisis de los mítines como instrumento antropológico de construcción simbólica

Recientemente Albert Medran anunciaba la muerte comunicativa del mítin, en respuesta Enric Llorens respondía que la vibración y vivencia del mítin no es sustituída por las “flamewars” políticas que hay en internet.

super-mitin

En matización rápida a Enric Llorens, en mi vida orgánica me ha costado tener algún debate mínimamente interesante y en el que haya discrepancias políticas importantes donde se debatan posturas confrontadas y donde mi pensamiento político haya madurado como las que he tenido en mi exigua, corta y pequeña vida política institucional, en internet o en ámbitos informales fuera de la vida orgánica esta vez, sí, con compañeros de mi organización.

La vida orgánica de los partidos es un verdadero suplicio sólo aceptable si tu nivel de frikismo político es muy alto o por motivos antropológicos muy claros (sentido identitario, etc…). Es necesaria porqué los partidos han de tener algún tipo de forma de democracia interna y han de reproducir estructuras de poder y cultura política para poder existir (y francamente las alternativas de democracias sin partidos no me parecen creibles o son la antesala del populismo), pero dura como pocas. Os lo dice quien ha sido durante casi un mandato secretario de organización de una de las agrupaciones con más actividad de partido que conozco, con gente majísima y personas interesantísimas… pero que reconozco, ahora a toro pasado, que por muchos otros motivos coyunturales pero también por la propia cultura de la vida orgánica fué una de mis peores etapas personales y emocionales.

Pero aquí no he venido a hablar de mis experiencias traumáticas, sinó de antropología.

Los motivos no son comunicativos sinó simbólicos para realizar mítines políticos

En ambos artículos entran la confrontación en el valor comunicativo del mítin y cómo, para Albert, este está caduco. Enric perfila (desde su experiencia personal), algo en lo que yo quiero entrar y es la experiencia emocional del mítin.

Desde casi mi primer mítin siempre me sorprendió las ganas con las que los militantes van a él. Los costes, desde una perspectiva puramente racional, no cubren los beneficios: colas, aglomeraciones, discursos relativamente repetidos y bastante aburridos, frente al recibir un baño de masas afines y escuchar un mensaje ya repetido hasta la saciedad en campaña.

Pero estos, a pesar del enorme coste económico, de recursos y humano que supone a los organizadores se sigue repitiendo campaña a campaña, años tras años y con cada vez más medios y dedicación y cuidado.

Según Albert, y yo también, hay formas más efectivas para comunicarse con el electorado y transmitir imagen de lider sólido. Hoy en día asiste a los mítines multitudinarios el militante convencido no el que está por convencer. Electoralmente un mítin tiene el valor que tiene por la repercusión en los medios de comunicación no por su éxito presencial. Ese día el candicato puede ser una sopa con patas que no perderá un voto de los asistentes o puede ser un nuevo Cicerón que no ganará un sólo voto en la sala. ¡¡Si hasta Almunia llenó el Sant Jordi.. y fué aplaudido hasta decir basta!!

Mediaticamente otros formatos menos costosos que no exigen tanta organización humana detrás, ni necesita que los militantes quemen tantos cartuchos el último o penúltimo día de campaña (cuando deberían estar montando mesas y hablando con posibles votantes en la calle con más intensidad), cansados de una campaña electoral y gastando las fuerzas que tendrían que reservarse para el día D (hay que hacer de interventor), consiguen resultados parecidos. Encuentros con un centenar de simpatizantes en un formato de charla a pié, pequeños mítines “espontáneos” en escenarios públicos con las cámaras, etc.. van a salir en la tele y pueden transmitir mensajes de “personas de la calle que apoyan al candidato” o de “líder próximo y cercano” con tanta efectividad como el mejor de los mítines masivos.

¿Porqué demonios se repiten una y otra vez los mítines?.

En un sentido es porqué la práctica política tiende a reproducir lo que ya ha hecho. Aunque se demuestren ineficaces las encarteladas por las calles, se siguen colgando, forma parte de los rituales de campaña. Y el mítin central es como el cénit de la campaña electoral, algo que ningún candidato puede no hacer sin provocar entre su gente una destrempada increible ¿cómo que no va ha haber mítin central?.

En otro porqué hay razones antropológicas que los justifican de sobras:

Razones desde el punto de vista del asistente

Sentido de identidad: En una campaña los simpatizantes y militantes es cuanto más en contacto están con el partido al que pertenecen o con el que se identifican. Es además cuanta más implicación se les demanda. Como dije antes, la actividad política orgánica es bastante dura, y sólo por motivos emocionales se puede entender. Hay muchas personas que su identidad personal también pasa por su identidad política y su adscripción a un proyecto colectivo. El mítin es la mejor forma de alimentar ese sentido de identidad, compartiendo con miles de personas un momento intenso.

Autoestima: La política está desprestigiada, los militantes y simpatizantes son los que estén en contacto con votantes que son los más críticos con las opciones que votan, se dirigen al militante y les cargan con todas las cagadas de su organización. Además ser militante es algo que socialmente es bastante menospreciado, por un lado se considera que los militantes están sometidos a las órdenes del partido y anulada su capacidad crítica, por otra el sentido de la política y de lo público está sistemáticamente desprestigiado socialmente. Un mítin es la mejor manera de recuperar la autoestima de pertenecer a una organización, de apoyar un proyecto y unos candidatos “tantos no podemos estar equivocados”. Es cuando, además se puede tener más esperanza en ganar las elecciones. En el mítin se generan lazos afectivos entre los militantes y la organización y los candidatos.

Razones desde el punto de vista de los candidatos y los dirigentes

Reproducción de las relaciones de poder internas: Uno de los dramas de los partidos políticos es que no saben que hacer con sus cuadros activos. La vida orgánica da para lo que da y está demasiado llena de actividades raras que no tienen porqué coincidir con los intereses de los individuos. Y la vida institucional la pueden ejercer un número limitado de personas. Pero al ser una organización jerárquica necesita que las relaciones de poder se reproduzcan para poder perpetuarlas. Los partidos son ultrademocráticos: una coalición de militantes suficientemente organizada podría tumbar a cualquier líder, y de hecho, cuando se les ha dado la posibilidad lo han hecho (casos de la primarias del PSOE o el caso de Obama son ejemplos evidentes). Si esto no ocurre es porqué las propias estructuras de poder de los partidos llevan hacia otra línea (y en parte es bueno, los partidos han de ser relativamente estables para ofrecer seguridad a los electores de que están votando unos tipos más o menos serios y no el primer pirado que deciden los militantes).

La mejor forma de control social de los partidos es la simbólica. Los mítines permiten trasladar poder social de los militantes al dirigente. “Este es el jefe y los de la primera fila son los que mandan con él”. Es un empoderamiento de abajo a arriba, en una organización formalmente ultrademocrática.

Identificación de quien es el líder: Igual que en el antiguo Egipto se erigían estatuas al nuevo faraón, algunos de ellos junto al de antiguos dirigentes para imbuir de la épica simbólica del antiguo jefe al nuevo, los mítines permiten trasladar ese poder al líder. Alguien que en una sala llena de miles de personas, que habla detrás de un atril focalizando la atención de los focos, de los asistentes y de las cámaras es el que manda o uno de los que mandan. Así es como simbólicamente queda reproducido. Si cogen a este bloguero de una agrupación periférica de Barcelona y lo colocan en un atril en el Sant Jordi de golpe deja de ser “Jose el compañero” y pasa a ser “Jose el candidato” o “Jose el dirigente”. ¿Algo ha cambiado? sí, la carga simbólica y emocional que tiene un atril y la focalización de toda la simbología y el ritual del mítin hacia el dirigente.

Herramientas de construcción simbólica emocional

Evidentemente el mítin forma parte de las herramientas de construcción simbólica emocional internas de los partidos. Son esenciales a la hora de reforzar liderazgos, construir identidades colectivas y generar lazos afectivos entre los militantes y la organización. Aunque haya formas más efectivas por coste-beneficio de comunicarse con el votante, sigue habiendo la necesidad de establecer esos lazos y realizar esos rituales sociales en las organizaciones.

Mi análisis no es moralista, entiendo la necesidad de partidos, entiendo la necesidad de construir esos rituales simbólicos y la necesidad de muchos compañeros de reproducir esos lazos afectivos entre la organización y ellos a través de los mítines. No los satanizo, en general conmigo no conectan, aunque hay algunos en los que el candidato y el mensaje te hace sentir realmente parte de un proyecto colectivo, donde la relación emocional pasa a ser “nosotros” como protagonistas del proyecto. Algunas veces, muy contadas, he sentido eso en algún mítin.

También aclarar otra cosa, si esto quiere ser utilizado por activistas de otras organizaciones para criticar a mi partido, hay que decir que los contenidos de los mítines de los otros partidos no salen mejor parados: sus mensajes son en general tan vacíos como los peores mítines de mi organización,  y enalgunos casos, no sólo son vacíos llamamientos a las armas y para reforzar cruda y puramente a un determinado “jefe” sinó que además contienen terribles falsedades políticas e hipocresías. Y menos aún utilizado por los que abogan por la política sin partidos: por el momento sus propuestas o son irrealizables o son la política de unas oligarquías sociales y económicas más restrictivas que las políticas, o bien es la antesala del populismo barato.

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