Ascensión a la Pica d’Estats (3.143m), Verdaguer (3.129m) i Montcalm (3.075m), en el techo de Catalunya

Ubicación: Vallferrera
Dificultad: Fácil (un tramo I al final, y algunos ventisqueros con nieve endurecida)
Altitud: 3.143 metros.
Desnivel acumulado: Unos 2.000 metros (unos 900 m en la última jornada)
Tipo de ruta: Estival.
Meteorología: Un sol espléndido.

Esta ascensión marca un antes y un después a mi actividad montañera, ya que gracias a ella conocí al grupo de montaña de Joan, un grupo muy activo y en el que he conocido mucha gente que disfruta como pocas de la montaña.

Amigos de un amigo de mi hermana me comentaron de querer ascender la Pica d’Estats este agosto del 2008. Yo ni corto ni perezoso decidí que esta era una buena ocasión para conocer gente, y cosa rara en mí, me arriesgué a ir a la montaña con gente que no conocía.

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Salimos el grupo espedicionario desde Barcelona, éramos unos 7 incautos, Joan, Raquel, Francisca, Enrique, Esther, Carolina y este incauto. La intención era dormir en el estany de Sotllo o en el de Estats y atacar al día siguiente la Pica.

Dejamos los coches cerca de Àreu ya que por la pista no es muy recomendable romper los bajos de turismos, cargando el peso de una enorme (pero muy confortable) tienda de campaña, nos lanzamos por la pista ganando poca altura. Ya antes de llegar al Refugi de Vallferrera (1.960m) tenemos el primer percance: una parte del grupo iba a más velocidad que otra, y el grupo de cabeza grácias a mis dotes de orientación abandona la senda marcada y sigue por una pista. Tanto el grupo de cabeza como el de cola comienza a buscarse, perdemos una hora y media en saber, grácias a unos montañeros que bajaban del refugio, que el grupo de cola estaba delante nuestro y lo logramos alcanzar en el mismo refugio. Ya habíamos comenzado a dar la nota y éramos conocidos por los que habían perdido a dos compañeras.

Reponemos algo de agua en la poco fiable fuente del refugio (vete a saber su potabilidad), yo con cuidado la potabilizo, y tiramos hacia arriba. Aún teníamos tiempo pero no demasiado así que había que ir tirando hacia un falso altiplano antes de alcanzar los estanys bastante más arriba.

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El camino comienza a adquirir pendiente, bordeado de bosques, se alcanza fácilmente los 2.200 metros, no sin encontrar tramos donde había que poner un poco las manos. Se llega a un falso altiplano, que gana altura hacia los estanys, el primero del Sotllo (2.390m) era donde esta tarde-noche íbamos a descansar. El de Estats quedaba demasiado lejos.

Después de otra vergonzosa escena en la que pugnamos con un grupo de vacas por uno de los pocos trozos de prado que o bien no estaba ocupado por otras tiendas o por bostas, con un resultado de la confrontación bastante incierto (creo que logramos espantarlas por aburrimiento), comenzamos la instalación de lo que llamamos “tienda del duque”. Una enorme tienda de campaña de tres módulos donde 7 personas íbamos a dormir tan ricamente. La gente nos dedicó más de una fotografía, ya que el montaje y la propia tienda era todo un espectáculo. Allí a los pies del techo de Catalunya, el grupo estaba lidiando, de forma bastante torpe con la tienda.

Las vacas darían una sorpresa al día siguiente, a nosotros no, grácias a que nuestras compañeras Esther y Carolina, diligentemente desmontaron la tienda, sinó a una familia ya que atacaron su tienda, la destrozaron y buscaron comida dentro.

Descansamos de la jornada y de montar la tienda, y nos quedamos a pie de estany mirando hacia un ocaso precioso, presidido por el Monteixo, una pirámide casi perfecta de 2.900 metros. Cena variada, arroz al cuscús, jamón de ciervo y demás viandas variadas (incluídas las aceitunas de la vida).

Al día siguiente, nos levantamos sobre las 07:00 a.m. Dejamos la tienda desmontada, y tiramos los 7 dirección al coll de Sotllo. Primero de todo alcanzamos el estany d’Estats algo por encima del de Sotllo e igual de espectacular y encontramos una tartera impresionante, que salva unos 500 metros de desnivel entre el estany y el coll de Sotllo (2.900 m).

La tartera no tiene ningún problema más que es muy empinada y que puede tener algo de nieve endurecida. En este caso había una lengua de nieve que apenas tenía ningún problema (aunque visto con perspectiva hoy pasaría esa lengua de nieve a la pata coja, entonces me causaba un poco de impresión).

Raquel y yo llegamos al coll de Sotllo y el resto del grupo como una ristra poco a poco por detrás. Esther y Carolina abandonaron en la tartera, no era el mejor día para subir para alguna de ellas y tiraron para abajo, en un acto de generosidad ya que así al no hacernos esperar nos permitían hacer cima con más garantía, algo que también es de reconocer y que sin la ayuda que aportaron al bajar la mayor parte del peso de la tienda al refugio mientras nosotros hacíamos cima, lo hubieramos pasado mucho peor en la bajada.

Raquel y un menda comenzamos a sufrir un enfriamiento al estar parados en el coll de Sotllo ya que no le da el sol, a la izquierda nos quedaba el pic de Sotllo que Raquel proponía subir, este cobarde desistió y ahí quedó… Nos alcanza Francisca que nos comienza a agitar para entrar en calor, Enrique y Joan.

Pasamos al lado francés, dejando a un lado la opción de subir por la cresta del Verdaguer (vía más directa pero con bastante dificultad técnica) y comenzamos a descender a los 2.800 m, para encarrilar la subida al coll de Riufred. A nuestra derecha un enorme nevero permanente que es evitable por debajo nos acompaña… luego más tarde ganamos altura y evitamos otro nevero pasando justo por su rimaya… el nevero impresionante, a pesar de lo avanzado de Agosto aún tenía más de dos metros de altura de nieve en la rimaya. Lo cruzamos y encaramos el camino “normal” que viene por Francia.

Buscamos la vía más directa que nos deja en el coll entre el Verdaguer y la Pica, atravesamos varios neveros permanentes, con la nieve especialmente dura (nadie iba con grampones porqué no había demasiada pendiente, pero no hubieran ido mal, los míos, en la mochila “por si acaso”), remontamos un camino hasta un pequeño altiplano a más de 3.000 metros, la cifra mágica.. y ya encarrilamos el tramo final hasta el último collado. En el collado las vistas son magníficas, volvemos a ver el lado catalán, con los estanys de Estats y Sotllo justo a nuestros pies y el Monteixo al fondo de la valle, alto pirineo en todas direcciones. Tiramos a la izquierda para subir los últimos tramos de la Pica d’Estats por algo que según las reseñas indicaba una pequeña grimpada II, que ni vi, yo calificaría el paso como un I o I+ a lo sumo ya que obligaba a poner las manos pero la progresión no requería la atención y ascensión progresiva de un paso II. En pocos minutos hacemos cima y desde arriba se dominaba todo el entorno, hacia el este y el sudeste las montañas andorranas, hacia el sudoeste el gran macizo de montañas afiladas de Aiguestortes, más hacia el oeste el pirineo aragonés con los gigantes del Pirineo que empequeñecen los pocos tresmiles catalanes.

Enfrente de la Pica, la punta Gavarró, que otra vez por mi cobardía no hicimos ni Raquel ni yo, los más osados del grupo… fotos y más fotos disfrutando el momento de ser los catalanes que más altos estamos. El día tenía una claridad impresionante (se alcanzaba a ver hasta el Canigó hacia el este). Recogemos bártulos y tiramos nuevamente al collado y alcanzamos el Verdaguer, un paseo de 5 minutos, que paga la pena porqué con un esfuerzo casi mínimo se consigue el segundo tresmil de la jornada.

Aquí el grupo se divide, Joan, Francisca y Enrique descansan un poco en un paravientos a 3000 metros y Raquel y yo vamos cresteando por el coll de Riufred en dirección al Montcalm, un tres mil muy sencillo a tocar de la Pica, en el lado francés, y el tresmil más oriental de todo el Pirineo. Lo alcanzamos con facilidad y volvemos dirección hacia los neveros permanentes, allí nos reagrupamos con el resto del grupo que también había bajado, y deshacemos el camino de unas horas antes.

En el estany Sotllo encontramos un mensaje escrito en la arena por nuestras compañeras indicando que habían bajado y nos reagrupamos con ellas en el refugio de Vallferrera. De allí a los coches, con la ayuda de algunos buenos samaritanos que con sus todoterrenos bajaron algunos compañeros y el material más pesado hasta Àreu.

Llegamos a las mil para poder cenar en un bar del camino, y a las tantas a Barcelona, pero felices y contentos por la aventura vivida. Desde entonces he descubierto un grupo muy abierto y positivo con el que ir a la montaña y conocí algunos de los que son buenos amigos de aventuras montañeras (como Raquel o Joan o incluso Enrique con el que he ido más veces a montaña).

Si la ascensión a l’Infern fué mi puesta de largo en la montaña estival, la ascensión a la Pica ha significado el abrirme a una nueva forma de hacer montaña más suelta, menos sometida a mis miedos y abriéndome a nuevos grupos.

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