Carta abierta de un sindicalista independentista a Josep M. Àlvarez y Unai Sordo por motivo del juicio a los presos políticos catalanes

Apreciados Pepe y Unai.

Quiero escribiros esta carta abierta para solicitaros un cambio de vuestra actitud mientras se están produciendo los juicios a los líderes independentistas. Sé que os cuesta reconocer que son presos políticos. También que no acabáis de ver que lo que se está juzgando no es una posible desobediencia a las leyes (acto que forma parte de toda disidencia política y de los que el sindicalismo ha hecho uso también), sino se está criminalizando todo acto de disidencia. Intentaré con esta carta convenceros de ello, para provocaros un cambio de actitud y os sumés a un frente antirepresivo que debería unir toda fuerza de izquierdas o simplemente progresista de todo el estado español

La primera idea que me gustaría poder demostrar es que la represión que están sufriendo los presos políticos catalanes y el movimiento independentista catalán es el mismo tipo de represión que han sufrido todos los movimientos que han cuestionado lo más mínimo a los poderes fácticos del estado.

Tanto vosotros dos como yo recordaremos la satanización del movimiento sindical el 2010 por motivo de haber convocado una huelga general. También recordaréis la represión a piquetes en las huelgas generales del 2012 que llevó que a más de 400 sindicalistas acabaran encausados y algunos de ellos sufriendo prisión preventiva. Sabéis que lo que podría considerarse en el peor de los casos alteraciones del orden público se terminó procesando por delitos de mayor rango o con agravantes que solo respondían a la criminalización del movimiento sindical. Quiero recordar uno de los casos más flagrantes: el de Isma y Dani a los que les encausaron por terrorismo y pasaron un tiempo de prisión preventiva por el mero hecho de tener pirotecnia durante una de las huelgas generales, para luego acabar absueltos.

La lucha sindical iba contra la agenda del poder. El mismo poder que hoy intenta meter en prisión a los líderes independentistas. Oponerse a la represión contra los sindicalistas en las últimas huelgas generales y la defensa contra el acoso que recibió el movimiento sindicalista durante esos años, forma parte de la misma lucha que hoy tenemos contra la represión del movimiento independentista, un movimiento pacífico y democrático, o contra la prisión de sus dirigentes. Esta una lucha compartida. Es una lucha que también conecta con el oponerse al secuestro de diarios o portadas de revistas satíricas, contra la persecución contra raperos y cantantes, o contra la represión contra activistas del 15M. Es una lucha compartida que tenemos todos aquellos que hemos sido disidentes. Vosotros dos y el movimiento sindical al que representáis, también.

Lo segundo, es que intentéis comprender que tildar de rebelión o sedición la resistencia pacífica a unas cargas policiales y la defensa de los colegios electorales del 1 de octubre por un lado, o las manifestaciones previas al 1O abre una puerta a una interpretación de la ley en la que cualquier acto de un piquete pacífico pueda acabar con condenas de más de 20 años. Aceptar que les imputen a los presos políticos catalanes posibles delitos de rebelión o sedición es aceptar que toda acción de un piquete durante una huelga pueda ser imputada por estos mismos delitos. Es la persecución y represión de todo acto de disidencia en la calle. Es permitir que se pueda encausar por rebelión a todo aquél que corte una calle en un acto de protesta pacífica. Cualquier manifestación en la que haya resistencia pasiva a la autoridad puede ser encausada como si fuera un intento de golpe de estado o un alzamiento violento. Es abrir una puerta a criminalizar gran parte de la vía de acción del movimiento sindical y toda protesta cívica y pacífica. Es dar una arbitrariedad al poder que permitirá acabar con el sindicalismo o dejarlo limitado a ser una mera gestoría.

Unai, Pepe, estamos en una lucha compartida, que no tiene que ver si los independentistas actuaron bien o no, o si los sindicalistas tenían motivo para una huelga general. Es una lucha compartida en la que deberíamos estar todos los demócratas y todos los que algún día podemos estar detrás de una pancarta, en la puerta de un centro de trabajo o en cualquier lugar haciendo lo que hacen todas las fuerzas progresistas del cambio: practicar la disidencia pacífica y democrática. Por eso os pido, compañeros, que os suméis al frente antirepresivo. Lo habéis sufrido en vuestras carnes y si no véis que forma parte de una lucha compartida, lo volveremos a sufrir todos una vez más.

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