“Contra la cultura del subsidio” o contra la cultura del aborregamiento


No suelo hacer reseñas de los libros que leo, sinó este blog sería un blog de literatura ya que debo deborar toneladas de letra impresa no periodística que solemos llamar “libros”.

Tampoco suelo hacerlo de todos los libros que me regalan directamente sus autores, por ejemplo Antoni Gutiérrez me suele enviar algunos de sus libros, algo que agradezco ya que son píldoras de sabiduría, que además suele compartir en su blog sin ningún problema.

Pero en este caso voy a hablar de “Contra la cultura del subsidio” de Marc Vidal.

Cuando Marc me pidió mi dirección para enviarme el libro me quedé sorprendido. Yo con él he tenido estos años bastantes cruces conflictivos y una relación tensa. Él era el director de Cink, al empresa contratada por CiU para coordinar su acción en la red y yo soy el delegado nacional de ciberactivismo del PSC cuando vivimos la campaña de las autonómicas, él hizo una campaña solapada contra la huelga general, cuando yo estaba, por motivos profesionales pero sobretodo por convicción personal, luchando porqué esta funcionara.

Pero si algo he aprendido estos meses es que no puedes cerrar las puertas a casi nadie (hay personas realmente tóxicas, pero no es el caso de la inmensa mayoría de personas) y a pesar de que en muchos temas, él y yo estamos en las antípodas hay algo en su libro que ha contactado conmigo.

Primero quiero desmarcarme de algunas conclusiones tangenciales que hay en su libro. Por ejemplo yo creo en los derechos laborales, pienso también que no todo el mundo ha de ser emprendedor, ni que sea por narices sano que una economía tenga un índice muy alto de autoempleados, que también los asalariados podemos ser innovadores y sacarle jugo a nuestras herramientas para generar valor y riqueza. Creo en el conflicto de clases entre empleador y empleado a la vez que creo que es una alianza necesaria y que de esa dialéctica surgen los mercados laborales más eficientes.

Tampoco considero que los emprendedores en tecnologías de la información sean la panacea, considerando que la mayoría de ellos lo son en menor éxito y generación de riquezas que lo que están vendiéndonos, y que la innovación muchas veces aparece en los rincones menos conocidos de la economía.

No tengo la misma visión cáustica de él de la economía. Sí, estamos mal, realmente mal, posiblemente estaremos mal durante bastantes años, pero no todos se han equivocado ni todas las acciones del sector público han sido negativas.

Ahora bien, hay algo que sí que transmite este libro, y es una opisición clara a la apatía que tienen las sociedades líquidas. La solución a tus problemas y tu bienestar no depende de lo que venga de fuera. No puedes esperar que “las autoridades” te resuelvan el problema.

Aunque él lo plantea a una clase media que ha vivido de plástico y ahora se ha estimbado en lo económico eso se puede trasladar a lo social.

Algo que he vivido en dos ocasiones en sendas crisis. La primera el impresentable comportamiento de una parte de la clase trabajadora y especialmente de algunos jóvenes con formación y talento que se han dedicado durante la crisis a exigir que los sindicatos se muevan para “oponerse a la crisis” y que cuando lo han hecho les han criticado, escudándose en las más absurdas excusas. Gente que espera “que el sindicato” les resuelva su problema laboral, cuando ellos son incapaces de organizarse con otros compañeros para presentarse a elecciones sindicales y reivindicar lo que sus padres les costó conseguir. Gente que espera que “los sindicatos defiendan sus derechos” cuando no quieren implicarse en nada.. ni tan sólo en una triste afiliación. También en el sindicalismo existen emprendedores, gente que se arriesga, que se juega su carrera profesional y parte de su vida personal para mejorar las condiciones de sus compañeros. Gente que plantea reducir salarios para mantener el empleo o le plantea a su empresario que antes de despedir se pueden reducir las jornadas y el sueldo, así han salvado 150.000 empleos en Catalunya en esta crisis y han evitado la bancarrota de muchas empresas.

Pero para una gran masa aborregada eso es venderse, eso no es moderno. Intentar parar un país para ellos es algo demodé, no se levantaron del sofá y se quejaron que había unos tipos que habían dejado de ir a trabajar y no funcionaban algunos servicios. Pero en cambio aplaudieron como idiotas la huelga francesa a pesar de que esta fué mucho menos seguida.

Por otro lado, a nivel político hay mucho militante low-cost que espera que le darán un cargo por pura osmósis, y peor, al final lo consigue solo por tener el culo más duro. Que cuando las cosas se ponen duras calla y no habla, pero luego espera que venga alguien y las solucione. Que habla de decisiones de las que él ha participado o ha permitido como si le fueran ajenas, que aún en las peores crisis esperan que la solución venga desde arriba. Que se quejan en el bar pero luego no trasladan la queja a donde toca.

Esos pasotas de su propia vida, gente que no toma decisiones que no se arriesga porqué arriesgarse está mal son también esos personajes de la modernidad líquida de la que habla Marc Vidal.

Si pudiéramos trasladar el pensamiento que plantea Vidal a la ausencia de emprendimiento empresarial y económico a muchos ámbitos veríamos que su bofetón a la clase media low-cost se puede dar a muchos colectivos.

Marc y yo posiblemente estemos en las antípodas de algunas cosas, pero si algo comparto con él es su rechazo a este estado de apatía y a esa pasividad que los ciudadanos, tú y yo… no “las instituciones u organismos” sinó tú y yo mantenemos.

Porqué francamente, sólo nos movemos por los derechos del consumo, no por un puñetero derecho laboral o por nuestras libertades individuales. Somos las generaciones que por apatía vamos a perder los logros que otras generaciones nos han regalado con su sangre.

Un comentari a ““Contra la cultura del subsidio” o contra la cultura del aborregamiento

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