De banderas, selecciones, nacionalismos e identidades

El reciente éxito de la selección española en la Eurocopa ha provocado, a parte de la euforia deportiva, cierta normalización de la identidad española. Alrededor de este tema me sirve de “percha” para sacar a relucir algunos “problemas” referidos a las identidades nacionales.

Es curioso lo que el fútbol puede conseguir. Para alguien que no viva en Catalunya o en Euskadi, no entenderá que ondear una bandera española tiene ciertas connotaciones que no tienen en el resto del estado. Más allá de su uso institucional (del cuál también hablaré), la bandera española, hasta hace poco, era observada con cierta desconfianza. Y no por parte sólo de los nacionalistas catalanes, sinó porqué los que hacen uso de ella a nivel identitario en territorios como Catalunya y Euskadi es un sector españolista muy radicalizado… cercano a la ultraderecha predemocrática.

En cambio el día de la victoria de la selección española de fútbol, salieron cientos de banderas españolas (todas muy nuevas y compradas a última hora) ondeadas por centenares de catalanes en todos los pueblos y comarcas (incluso en las más soberanistas), que para nada se pueden calificar a todos ellos de radicales españolistas de ultraderecha (igual que tampoco se puede calificar a todos los que asistimos a las ofrendas a Rafael de Casanova con senyeras como radicales independentistas antisistema).

¿Y eso tiene algo bueno?. Sí, la normalización y coherencia personal de los sentimientos identitarios de muchos catalanes. Ser españolista estaba muy mal visto, en especial por los que reivindicaban el españolismo en Catalunya: lo hacían a la contra de los sentimientos identitarios de una gran parte de Catalunya, intentando forzar la confrontación social y desde planteamientos en algunos casos predemocráticos. Ahora, o al menos durante una noche, los que se sentían españoles pudieron expresarse con normalidad. Y eso es bueno, incluso para los soberanistas… a pesar de que haya quien no lo entienda y lo vea como una amenaza a Catalunya.

Y es bueno porqué en un país normal, la gente ha de poder expresar su sentimiento de identidad sin coacciones. No puede ser que los colombianos tengan menos prejuicios en ondear su bandera por la calle que los que se sienten fuertemente españoles. El sentimiento mayoritario de los catalanes (a parte de la nueva inmigración que ya comienzan a ser sociologicamente un peso importante) en el aspecto identitario es compartir una identidad nacional catalana y una identidad nacional española. Algunos con más peso de un lado y otros con más peso en otro, tan sólo un 25% o sólo se sienten muy españoles y poco catalanes, o al revés.

Eso para mí me es indiferente, la gente que sienta lo que quiera sentir (luego veremos si eso ha de tener o no una trascendencia a una organización de estado u otra). Ese domingo, los españolistas pudieron hacer sentir su voz y reivindicar su identidad nacional, y no hay ningún problema (más que el vandálico de unos pocos)… Ser españolista o sentirse fuertemente español es algo a lo que cualquier catalán ha de poder tener derecho sin sentirse estigmatizado. Y eso es algo que nos ha costado canalizar socialmente hasta hace bien poco (sobretodo insisto con las ganas de algunos españolistas de llevar el debate al sentido más reaccionario y rancio).

Usted, señor españolista tiene el derecho a sentirse identificado con un estado, una historia, una bandera, una selección, etc… y además incluso seguramente tenga algún sentimiento de identidad compartida con la catalana. Fantástico, su país no le coacciona para que no pueda expresar su sentimiento identitario. Un avance que también los nacionalistas catalanes deberían poder valorar de forma positiva. Ellos también merecen ese respeto a su identidad nacional, a poder expresarla y plantearla… a ondear sus banderas e incluso a aspirar el poder tener selecciones nacionales y otras formas de reconocimiento de su identidad.

Por otro lado y al hilo del debate que he tenido con Jose Luís Prieto en mi blog sobre el término Païssos Catalans, aquí también se produce un choque. A Jose Luís y seguramente a mucha gente que no han de tener sentimientos de nacionalismo español fuertemente arraigados les choca ese término, sienten como si un nacionalismo intentara colonizar algo que no le es propio. Bien, yo argumento dos cosas: Païssos Catalans es un término sociolingüístico, que asocia a un territorio una lengua (que compartiendo con otras) es oficial y reconocida y está implantada. Païssos Catalans es un término que no significa “todo esto es Catalunya” sinó equivalente al de “Hispanidad” referido al territorio donde el español (incluído también gran parte dels “Païssos” excepto el Alguer, Andorra y la Catalunya Nord) es un idioma reconocido, con presencia, etc… Si el término “Païssos Catalans” no gusta podemos utilizar el de “territori Llemosí” que es algo más feo y de menor implantación.

Es decir, se puede reivindicar el día de la “Hispanidad” y a la vez utilizar el término “Païssos” sin ser un esquizofrénico o atentar contra la identidad nacional de nadie. Pero es más, si alguna persona se siente identificada nacionalmente con els “Païssos Catalans” y el término sociolingüístico lo pretende utilizar en un ámbito de identificación nacional. También está en su derecho. Aunque yo no comparta esa imagen o esa identidad. Pero no sólo está en su derecho, sinó que además no tenemos porqué estar fiscalizándole.

Y es el gran problema de los que no somos nacionalistas, casi parecemos tan evangelizadores como los nacionalistas. Si nosotros no necesitamos una bandera para sentirnos identificados con una colectividad humana, es fantástico, pero no por ello es una opción más racional o mejor. La postura del no nacionalista no es superior o mejor o más correcta o más justa que la del nacionalista que tenga respeto por los valores democráticos y humanistas. Si alguien se siente identificado con els Païssos Catalans y se siente más cercano a una persona del Vallespir que a alguien de Almería, fantástico. De hecho cuando conoces el territorio dels Païssos te das cuenta que aunque sea de forma laxa practicamente en todos lados hay personas que sienten ese apego y existe ese reconocimiento. En el Conflent muchos franceses hablan de “catalanes franceses y catalanes catalanes”, y el hecho que en un estado con un mayor nivel de centralización y de “identidad republicana” que España, el departamento de Pirineos Orientales su emblema sean las 4 barras y en su publicidad se reconozcan como “un país catalán”, quiere indicar que esa identidad nacional (más laxa posiblemente que en el principado) sigue existiendo entre algunos franceses del Conflent, Vallespir y la Cerdanya francesa. Así que puede resultar casi natural para algunos catalanes o personas dels Païssos, sentir una identidad nacional más extensa que la de un territorio muy concreto y sentirse más afines a los aficionados de la USAP de Perpinyà o los alicantinos que a un señor de Teruel.

Pero ese no es el problema, los no nacionalistas nos creemos con cierta verdad y vemos el sentimiento de identidad nacional reivindicativo como algo arcaico y medieval. Un poco como los ateos nos pasa con las religiones, las identificamos con “bastones” emocionales que eran necesarios en una edad premoderna. Pero aún si dejáramos el respeto a la identidad personal a un lado (y el reconocimiento de que ideologías y religiones compatibles con la democracia no tienen porqué ser fiscalizadas), no nos damos cuenta que el ser humano moderno sigue necesitando referentes para su identidad personal dentro de una colectividad social (en el caso del nacionalismo), incluso los que somos no nacionalistas militantes. ¿Acaso tendremos la osadía de afirmar que nosotros somos más racionalistas que los nacionalistas?. Aunque el nacionalismo sea una ideología política basada en lo emocional el sentimiento de identidad lo tenemos todos. Todos necesitamos referencias que nos hagan reconocer en la colectividad social a la que pertenecemos elementos de identificación que nos permita hablar de “nosotros” en un sentido más amplio.

Así que dejemos un poco a los nacionalistas sentirse e identificarse con lo que quieran y no estar constantemente poniendo en cuestión todo lo que ellos sientan, se organicen y se identifiquen.

En definitiva el éxito de la selección española ha tenido como consecuencia sociopolítica cierta normalización del españolismo dentro de Catalunya. Eso es bueno, ya lo he explicado antes, porqué ayuda que las identidades nacionales de cada individuo pueda expresarse y reconocidas sin estigmas. El no estar todo el día cuestionando el sentimiento identitario de los ciudadanos aumenta la libertad de los individuos a la vez que incluso permite mayor cohesión social. Si hay nacionalistas de un color u otro que se sienten coaccionados eso ayudará a generar tensión, si se pueden expresar tranquilamente sin que se los señale o los cuestione por sistema, eso mejora la cohesión social, la convivencia y en el caso de la política catalana esta no necesitaría hablar tanto de cuestiones identitarias.

5 comentaris a “De banderas, selecciones, nacionalismos e identidades

  1. Es bueno que poco a poco vayamos descargando al deporte de esas connotaciones políticas que en nada ayudan. Escenarios como el vivido el pasado fin de semana son nuevos para tdo el mundo, la selección española no era nada o casi nada a nivel internacional puesto que la última celebración se remonta a la gesta de Marcelino contra la entonces URSS.

    También lo es que en el resto de Espanya se den cuenta de que esa Espanya que a veces lanzan como una apisonadora en contra de esos “nacionalismos perifericos” que les llaman, también se escribe desde Catalunya con la grafía NY y que demasiadas veces la radicalidad de unos es la respuesta a la de los otros.

    Viendo esto la unica conclussión a la que alcanzo es la pérdida de oportunidad para normalizar este tema desde la recuperación de nuestra democrácia, parece que Espanya esté empeñada en enfrentar, en dividir y hacernos sentir como derrotados a quienes tenemos otro concepto de país.

    Para todos ellos la celebración en su mayoría festiva, debería hacerles reflexionar. Sirva esa alegría colectiva como un guantazo en los morros a quienes no entienden quee todo esto se arregla hablando, básicamente hablando y cediendo cada uno por su lado.

    Me gustó que espanya ganara la Eurocopa, era la selección a la que sentía más cercana, pero eso no quita que en un futuro mi deseo sea ver la Quatribarada alzando esa misma copa. ¿para cuando podremos también competir?.

    Salut i €

  2. Te refieres, metiéndonos en el mismo saco: “A Jose Luís y seguramente a mucha gente que no han de tener sentimientos de nacionalismo español fuertemente arraigados”.

    Para que no haya lugar a confusiones: Mis sentimientos de “nacionalismo español” no son ni débil ni “fuertemente arraigados”… sencillamente porque, como soy de izquierdas, tengo cero nacionalismo. Es más: soy anti- pocas cosas, pero de lo poco que soy es antinacionalista.

    Vamos, que no te digo aquí el uso que daría al trapo rojo-amarillo-rojo, o al de cuatro rayas rojas flanqueadas de amarillo, o al de blanco atravesado diagonalmente por una franja celeste… que creo que lo tengo tipificado en el Código Penal.

    ¿Tú tienes “sentimientos de nacionalismo” catalán aún a niveles no “fuertemente arraigados”?

  3. Pués te diré que haría con las banderas: nada. Respeterlas, cosa que aún parece que tu “no nacionalismo” no lo haga. Es sencillo… lo vamos a considerar de la siguiente manera: el sentido identitario común a todos los humanos merece un respeto… punto. Y el constante acoso a las identidades nacionales que desde estados, grupos e individuos se hacen hacia un lado u otro conllevan una menor calidad democrática y de respeto de las libertades individuales.

    Dudo mucho que tú no tengas sentimiento identitario, pero vamos, si eres una rara avis en este sentido me parece fantástico, pero el evangelismo de “no nacionalismo” es tan grave como el del “nacionalismo”. Intentar imponer tu visión de la identidad nacional al de al lado, acosarle por expresar la suya, intentar tildar de medieval su sentimiento identitario porqué no coincide con lo que a tí te gustaría que esa persona debería sentir me parece tan grave como el que le mete el trapo del color x a la cara de alguien para que lo sienta. Yo a diferencia de otros “no nacionalistas” no voy evangelizando por ahí.. intentando que adapten su sentimiento identitario a mi (sensible) criterio y gustos estéticos. No fiscalizo la Hispanidad como tampoco los “Païssos”.

  4. Estoy bastante de acuerdo con tu exposición, Jose, sin embargo, debes reconocer que hay sentimientos que resultan difíciles de dominar cuando se vive bajo una presión y provocación constantes. Por ejemplo, nada que decir a quien se sienta enteramente español y quiera vivir en Catalunya, o mejor dicho, solo una cosa: respeto. ¿Por qué hay personas que cuando van a Francia se esfuerzan en respetar el francés, cuando van a Inglaterra se esfuerzan en respetar el inglés y cuando vienen a Catalunya luchan con uñas y dientes contra el catalán? ¿Qué no pueden o no quieren hablarlo después de vivir aquí durante más de treinta años? Respetable. Ahora, que militen contra el catalán, que hagan campaña contra todo lo que represente un beneficio para Catalunya, o un simple reconocimiento de que hay injusticias históricas cometidas contra Catalunya que hay que corregir… pues eso, que hay que ser muy íntegro para no caer, aunque solo sea alguna vez, en una actitud de defensa de “los tuyos” y tu entorno. ¿Yo defiendo el catalán en Catalunya? SI. Como defendería el suahili si estuviera en Kenia o el castellano si estuviera amenazado en Valladolid. Quiero decir que me parece del todo absurdo no reconocer que todos los pueblos tiene derecho a defender sus identidades y el catalán, por supuesto también. En cuanto a las banderas españolas corriendo por Catalunya, pues ¿qué quieres que te diga? A mí no me molestan para nada, sin embargo comprendo perfectamente que les moleste a quienes ven en ese símbolo la imagen de quienes han arremetido siempre (y muchos siguen haciéndolo) contra Catalunya. Y no hablo de selecciones nacionales de fútbol sino de cosas más serias. Yo paso de banderas pero respeto profundamente que cada colectividad defienda la suya, siempre que defender lo suyo no signifique ir en contra del otro. Y es que no entiendo que resulte tan difícil eso de VIVE Y DEJA VIVIR. A mí me gustó que ganara la selección española porque, bueno, porque era la que sentía más cercana y porque a algunos jugadores los he visto jugar desde que eran casi niños. Sin embargo me resultaba vomitivo oír los comentarios de estúpida y arcaica autosuficiencia de los comentaristas españoles. Yo, al contrario que tú, no soy tan optimista, no creo que el triunfo de la selección española haya normalizado nada. La única diferencia con el día anterior era ver alguna bandera española en algún que otro balcón y, eso sí, un montón de banderas españolas que se quedaron por vender en las tiendas para turistas de los pakistanies. Y es que cuando todavía vemos a tantos arremeter contra Catalunya bajo cualquier pretexto, cuesta bastante aceptar que tienen todo el derecho de venir a gritar ¡Viva España! en Catalunya, con la cantidad de sangre que se derramó en esta tierra al son de ese grito. Primero tiempo al tiempo y que demuestren que nos respetan, tanto en lo económico como en lo cultural e identitario. Entonces les tenderemos la mano y les dejaremos gritar todos los vivas que quieran. Además, si se sienten avergonzados por hacerlo, por algo será.

  5. Comparar el ateísmo con el “no-nacionalismo” es falaz. Uno puede ser ateo o creer en una u otra religión, pero en cualquier caso tanto el ateo como el religioso tienen una serie de referentes éticos/morales, provenientes de uno u otro sistema de creencias (los ateos hablan de la dignidad del hombre, de los derechos humanos; los católicos de mandamientos, pecado, castigo y recompensa). Hablar de una persona sin sentimiento identitario de grupo (es decir, nacionalista) es tan absurdo como hablar de una persona sin referentes éticos/morales. Las identidades de grupo son tan propias de la naturaleza humana que la gente que se cría fuera de un grupo, en solitario, se convierten en inadaptados sociales y son incapaces de convivir con los demás. Hay infinidad de estudios psicológicos que hacen referencia a lo importante de la identidad de grupo en la psique humana.

    En relidad, y aunque algunos crean firmemente lo contrario, no existen los “no-nacionalistas”, como tampoco existen los “no-morales”. Todos tenemos identidad de grupo como todos tenemos una forma de calibrar nuestras acciones y las de los demás. Los que se autodenominan “no-nacionalistas” son personas que básicamente tienen a otro que hace el “trabajo sucio” por ellos, en este caso el Estado Español. Ayala decía que era no-nacionalista mientras era miembro de una entidad que forma parte del armazón nacionalista del estado: la real academia de la lengua española (que no castellana, lo que deja claro las aspiraciones supraculturales de dicha nomenclatura). Él se lo podría permitir porque vivía en un país que tenía por lengua oficial el castellano. En circunstancias normales, los que ya están conformes con el status de su grupo/cultura/idioma suelen definirse como no-nacionalistas, pero sería interesante verlos, por ejemplo, si nos invadiesen los franceses y hiciesen el francés la única lengua oficial y permitida. Entonces, por arte de magia, todos esos “no-nacionalistas” descubrirían que no lo son tanto, que las culturas importan, que la identidad de cada individuo y sus engarces con su grupo identitario importan, y que bien vale una protesta una situación que atenta contra su identidad.

    El supuesto no-nacionalismo que impera en este país es tan absurdo como para que gente que claramente es nacionalista española, como gentes de Ciutadans o de UPyD, se declaren no-nacionalistas y se queden tan anchos. Es una actitud que supone que la lengua y la cultura no son cosas de políticas mientras viven en un país que legisla a favor y en contra de diferentes culturas y lenguas (más de 150 leyes españolas obligan al uso del castellano en diferentes contextos, por ejemplo, y todavía tengo que oír algún tipo de protesta por la intromisión en las “libertades individuales” que ello supone).

    En el peor de los casos, el “no-nacionalista” es un furibundo nacionalista dispuesto a defender su status quo y el de su grupo por encima de las demás cosas (UPyD no se define políticamente exceptuando en términos nacionalistas, por ejemplo).

    En el mejor de los casos, el “no-nacionalista” es como el que cree en la “mano invisible” de Adam Smith, que ingenuamente creen que hay cosas sobre las que no hay que legislar, porque cada uno hace lo que considera haciendo uso de su libertad. En teoría un mundo sin leyes sobre lenguas y culturas que se regule a sí mismo en base a las libertades individuales es tan deseable como un mundo que se base en la libertad de los individuos para el intercambio de bienes. Ambos casos, paralelos, son ciertos en teoría. En la práctica, como pasa con el neoliberalismo, sin una legislación que proteja a los débiles, los fuertes se los comen sin más, pasándose por el forro de los pantalones las libertades de éstos. España es un país con una clara legislación a favor de la lengua de unos, el castellano, que entre otras cosas nos obliga a conocer aunque no sea nuestra lengua materna. Legisla sobre el uso del castellano en diferentes ámbitos, como el etiquetaje de productos, instrucciones de productos, prospectos de medicamentos, etc., al tiempo que limita ese mismo tipo de legislaciones en las demás lenguas españolas. El español monolingüe se cree con derecho, porque así lo dicen las leyes, de exigir, por educación por que “esto es España” vivir en castellano independientemente de que la lengua natural de donde esté viviendo no sea el castellano. Las empresas que vienen a Cataluña a trabajar sólo ofrecen sus productos en castellano porque nadie les puede obligar a respetar los derechos lingüísitcos de los españoles catalanohablantes. En Dinamarca es rentable hacerlo todo en danés, pero en Cataluña, por lo visto, aunque seamos más, no es rentable hacerlo en catalán, dicen muchas empresas, pero la realidad es que sería rentable, lo que sucede es que más rentable aún es no hacerlo, porque nadie les obliga. Estos son sólo ejemplos de cómo la situación política en España con respecto a las lenguas españolas no es precisamente imparcial o equidistante.

    En un mundo que no es neutral, ir por la vida de neutral es tan cobarde como Chamberlain lo fue en la Inglaterra de entreguerras. Cuando la neutralidad supone la inacción ante las injusticias, no hablamos de neutralidad, sino bien de colaboracionismo, o bien de cobardía. En ambos casos, luego sólo quedan los lloros y lamentos, que ya no pueden corregir el mal hecho.

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