La catarsis Puigdemontista


En el movimiento independentista tenemos un grupo minoritario que tiene claro que ahora es el momento de la ruptura democrática, que cree que con un empuje adicional se pueda conseguir romper con el estado, o bien cree que la mejor vía es la de la confrontación institucional. Ese grupo representado más o menos por la CUP hace una lectura de la realidad, para mí equivocada, pero que es coherente entre lo que dicen y lo que pretenden hacer. Podemos sacarles los colores por adaptarse a la situación y al final acatar el 155 y e ir a elecciones o por el hecho de que hablar desde posiciones con menor riesgo y responabilidad facilite que puedan ser más aguerridos en sus declaraciones. Pero más allá de esta crítica o de otras relacionadas con su acierto o no de su lectura de la realidad son coherentes y se puede llegar a acuerdos con ellos.

Hay otro grupo que representa casi la mitad de los independentistas, que cree que faltan elementos para realizar esa ruptura democrática, que hacen falta más apoyos internos, una mejor posición internacional y mayor debilidad del estado español, y por tanto ahora hay que trabajar en estas línias, si es posible desde el control de las instituciones. Ese grupo está representado más o menos por ERC y hace una lectura de la realidad, para mi más acertada, pero que también se le pueden sacar críticas: creer en el ensanchar la base haciendo políticas de izquierdas y buen gobierno es naif, requiere un proyecto nacional, y es más fácil decir que queremos mejor posición internacional que conseguirla. En todo caso ERC es coherente con esa lectura de la realidad.

Tenemos un sector del movimiento independentista que es representado más o menos por Junts per Catalunya (o como quieran llamarse en un futuro) del que no sabemos cuál es su lectura de la realidad. Y llevamos ya desde noviembre del 2017 que van dando saltos argumentales de una posición tras otra y de una promesa incumplida tras otra. Hemos visto afirmaciones sobre si íbamos de farol, para luego pasar a un discurso más combativo. No sé en cuantas ocasiones el MHP Puigdemont tenía que haber venido a ser restituido, ni cuantos planes maestros y maniobras geniales llevamos ejecutadas. Hemos pasado de Puigdemont volvería a ser President si ganaba las elecciones y era la jugada maestra a que estar dando vueltas por Europa eludiendo la torpísima justicia española es un plan perfectamente orquestado.

Todo este sector independentista  va bailando de maniobra maestra a maniobra maestra, de gesto simbólico a gesto simbólico pero al final acatando como el que más las leyes e imposiciones de la justicia española. Alrededor de este movimiento hay una serie de gurús, opinadores y políticos de nuevo y viejo cuño que hacen pronósticos y análisis que casi parecen salidos de una convención de conspiranoicos de los chemtrails. Y no hablo de personajes fuera de órbita o outsiders, sino que las dicen diputados del Parlament, europaralmentarios, responsables políticos o directivos de entidades independentistas de primer nivel. La panoplia de teorías van desde que Merkel ha conspirado para hacer caer Rajoy para facilitar la independencia de Catalunya, que hay un pacto secreto entre Pedro Sánchez y Joan Tardà para hacer un tripartito en Catalunya o que Europa forzará un referéndum acordado por la deuda española.

Además este movimiento pasa por grandes actos de fe a cualquier idea creativa que aparece en la agenda: que si las primarias nos harán ganar los ayuntamientos y de ahí conseguir la independencia, que si un proyecto único dirigido por el líder mesiánico de turno nos llevará a la República… Al final confunden instrumentos que pueden ser buenos puntualmente con soluciones mágicas. Y con toda franqueza, estos actos de fe creo que vienen por la incapacidad de encajar la realidad, y es que no tenemos ni fuerza social, ni política ni poder para ejecutar la independencia de Catalunya.

Por otro lado es agotador que siempre haya un culpable que impida el complimiento de sus promesas. Ni son ellos, ni tampoco que sus pronósticos no tengan en cuenta la realidad. Durante un tiempo la culpable de todo fue la CUP, ahora lo es ERC, mañana vete a saber quien. Y es normal, si carecen de cualquier tipo de lectura de la realidad que puedan compartir, difícilmente pueden asumir sus propios errores, y por tanto es difícil poder admitir que su agenda política no la puedan aplicar por pura falta de apoyo social para ella.

Es muy difícil poder seguir adelante en un proyecto político que requiere aglutinar mucha gente cuando los representantes de casi la mitad de ese proyecto político no se ponen de acuerdo en que lectura de la realidad hacer, cuando se pelean internamente y culpabilizan a los demás de sus juegos de palacio, cuadno contínuamente se intentan refundar a costa de canibalizar a los socios, o externalizan sus propias carencias y sus promesas fallidas. Considero que ERC o la CUP y su entorno de activistas no carecen de defectos y fallos políticos, y que sus dirigentes han cometido errores de bulto y que también tienen responsabilidades por las que dar la cara, pero el entorno post-convergente (llámese como quiera) y el sector social que más le apoya todavía tiene que hacer mucho más trabajo y una serie de catarsis internas antes de ser un activo a favor de la República.

Puedo respetar y llegar a acuerdos con otros independentistas que vean las cosas de forma distinta a la mía, pero que no intenten negar mi voz o reduzcan mi postura a “no ser tan valiente o ser un traidor” simplemente porqué mi entorno personal, social y laboral no muestra un apoyo tan claro a la independencia y piense por tanto que nos falta fuerza. Puedo respetar y llegar a acuerdos con otros independentistas que tengan una lectura diferente de la realidad y que incluso no comparta la estrategia general, pero como mínimo podamos respetar espacios para poder tirar todos adelante, cada uno con la línea de trabajo que cada uno crea mejor, por un objetivo común.

Pero es un infierno intentar trabajar con quien a la vez que te tira encima sus propios fracasos, te tilda de traidor, se inventa conspiraciones para justificar sus carencias, cambia de lectura de la realidad cada dos por tres, no para de hacer promesas incumplidas, te chantajea para que vayas a su proyecto político (bajo su liderazgo, eso sí) y que además cada vez que tiene un lío interno te carga a ti las culpas.

O el sector post-convergente y el entorno social que tanto cree en Puigdemont hace un esfuerzo para hacer su propia catarsis, supera el duelo del 27 de octubre y comienza a hacer una lectura de la realidad de la que se extraiga una estrategia y no simplemente unas reacciones simbólicas reactivas o podemos dar por paralizado durante unos años el proyecto independentista. Seguir de esta manera no es solo un infierno para los implicados, sino que no para de debilitarnos tanto internamente como a nivel internacional.

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