La sustitución de “la sociedad” por “el pueblo” como puerta al populismo

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Uno de los conceptos que aparece más de una vez en conversaciones sobre la situación social, política y económica es la apelación a que “el pueblo” tiene que ser el que tome las decisiones, o el que se alce, o el que proteste, o el que luche por los derechos “del pueblo”.

Es curioso que se utilice términos como “el pueblo” en lugar de “la sociedad” o “los ciudadanos”. El lenguaje en política, incluso cuando es utilizado por personas que no tienen una gran formación en ella, tiene un poder demoledor, y las sustituciones de conceptos no suelen ser inocuas.

En mi pequeña vena deconstruccionista paso a preguntar a mi interlocutor a “quien se refiere con el pueblo”, y siempre me responde algo muy inclusivo aparentemente pero a la vez exclusivo, algo como “la gente normal como tú o yo, no los políticos o los banqueros”.

Suelo ser muy toca narices y yo le indico “soy político, ¿formo parte de tu concepto de pueblo?”, a partir de ahí comienzan las discusiones o simplemente me miran con cara de perplejidad sin entender lo que les quiero decir.

El pueblo, el Volk, o como confundir los intereses (legítimos o no) de clase con el interés general

Se sustituye el término “sociedad” por “pueblo” para indicar una cierta identidad de “clase”, volviendo a una forma de entender la sociedad postmedieval, donde el “pueblo llano” correspondería a los campesinos, artesanos, etc… a diferencia de los grandes propietarios o la nobleza y el clero. Una manera curiosa de identificar banqueros y políticos (y todo lo que se le parezca a ambos) como parte de una “clase distinta a la nuestra”. Respuesta a una situación percibida como injusta en la que unos ricos se enriquecen (o al menos pierden menos) y la mayoría de la gente lo pasa peor. Esa respuesta lógica a una situación real (las diferencias sociales han crecido y hay quienes viven la crisis de una manera y otros de otra), conlleva a una situación de análisis que nos expone a formas de entender la sociedad como algo bastante limitado.

Me explicaré, asumir que nuestra postura corresponde a la “del Pueblo” puede tener muchos riesgos. El primero es confundir nuestro interés de “clase” con el interés general. Los sindicatos representan el interés de los asalariados y en menor medida de autónomos, desempleados y jubilados. Ese no es el interés “general”, el interés general se complementa con el de los que contratan a terceros, con el de los profesionales liberales que viven fuera de convenio e incluso con el de los grandes capitalistas.

Cuando se apela a “el pueblo ha de hacer ESTO o no permitir ESTO OTRO” realmente lo que se dice es que “mi interés de clase ha de prevalecer sobre el interés general”. Tal vez la persona que indica un interés de clase corresponda en ese momento con lo que sea más justo, beneficie a más personas, pero no siempre. No todo lo que beneficie indefinidamente a los asalariados de un sector o empresa, será positivo porqué puede que se haga en contra de otro grupo de trabajadores o en contra de los desempleados, o del legítimo interés de los empresarios que permite que haya actividad económica.

En términos en los que se suele plantear, el interés del “pueblo” puede traducirse en el interés de los propietarios de vivienda (frente a los que alquilan), el de los que pagan más impuestos que los servicios del estado del bienestar que consumen (es decir las rentas que más aportan al fisco frente al de las clases más depauperadas), el de los que van en coche frente a los que utilizan transporte público, a los que no necesitan tanto la protección de la legislación laboral frente a los que sí, los que son insiders frente a los outsiders, etc..

Incluso, puede ser el interés de los que creen que la política es pura voluntad y los que entienden que los problemas no se resuelven con varitas mágicas.

El tema del “pueblo” no queda solo en personas con una formación política básica, , incluso dentro de las organizaciones políticas clásicas hay quienes lanzan mensajes populistas que fragmentan entre una supuesta “clase política” y un “pueblo” como si fueran entes homogéneos, y por supuesto se significan como portavoces de ese pueblo, en lugar de su (legítimo) interés de clase (en este caso los cuadros jóvenes insiders de dirección de los partidos políticos).

El problema es que esta forma de afrontar el análisis “pueblo” vs. “políticos” o “pueblo” contra “poderosos”, en lugar de términos realmente inclusivos y que apelan al interés general como “ciudadanos” o “sociedad”, que incluyen también a los banqueros, a los políticos, a los patronos, a los policías, a los sindicalistas, a los burócratas, a los economistas, a los analistas políticos, a los ricos, a los que tienen ahorros, a los que alquilan viviendas, en definitiva a los que pueden tener interés de clase o formas de afrontar los problemas sociales distintas a las que podamos estar defendiendo, estamos plantando las semillas del populismo y la oclocracia sobre el campo arado de unas desigualdades crecientes y una crisis política y social real.

No es por menos que todos los totalitarismos les ha interesado eliminar el término “sociedad” por el de “pueblo”.

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