Lecciones mal aprendidas del 1 de octubre

Lo peor de una victoria es sacar malas conclusiones de ella que te haga sobrevalorar tus propias capacidades. Los alemanes sacaron muy malas conclusiones de sus primeras victorias en Europa occidental, creyeron que la Blitzkrieg les daría una victoria rápida, en pocos meses, frente a la URSS. No supieron leer los serios defectos operativos, logísticos, de calidad del material y especialmente de capacidad de sostener una guerra larga a nivel estratégico que tenían. Los resultados los conocemos, entraron en una guerra que no podían ganar, mal preparados, y no comenzaron a solucionar sus problemas hasta que fue demasiado tarde, para suerte del mundo.

En política ocurre lo mismo. Lo que percibimos como una victoria nos puede hacer creer que podemos ganar una guerra política. Esto suele ocurrir con movimientos de ruptura democrática en sus primeros avances. Muchos de los movimientos de ruptura democrática del Magreb pudieron ganar la primera batalla en las calles y poner en jaque los gobiernos a los que se enfrentaron pero, excepto en Túnez, fracasaron estrepitósamente a la hora de construir mayorías sociales a favor del cambio democrático.

Ejemplos más cercanos los encontramos en el 15M y el movimiento de los indignados. La creencia que el poder sostener la ocupación de plazas en numerosas ciudades, de poder mantener la tensión mediática, de contagiar el movimiento de los indignados a otros países, de generar un ambiente de revolución en las calles les hizo creer que podrían cambiar el sistema. Y es que hay una sutil diferencia entre ganar una victoria en la calle, poner en jaque al sistema de forma puntual y otra derrotarlo. Igual que hay una sutil diferencia en derrocar un gobierno y conseguir que una sociedad se vuelva democrática.

El 1 de octubre es una de estas victorias de la que sacamos malas conclusiones. La primera y más obvia es que creímos que si vencíamos al estado un día en un frente concreto podríamos derrotarlo de forma sostenida y conseguir una República catalana. No solo eso, nos vendimos a nosotros mismos que lo que eran claras muestras de debilidad eran realmente planes maestros.

No quiero quitar mérito al 1 de octubre. Fue mágico, fue una victoria de un movimiento cívico y pacífico contra un estado demofóbico y opresor, fue una victoria inexperada, un logro de la auto-organización frente a la represión organizada. Fue algo que ni tan solo los líderes independentistas creían que fuera posible. Y fue conseguido por la tozudería, voluntad y valentía de miles y miles de personas. Para nada quiero reducir el mérito y el logro del 1 de octubre, ni tampoco su significado. Pero para poder valorar realmente su parte positiva sería bueno verlo como lo que es y lo que no es.

La primera mala lección: ganar al estado el 1 de octubre, un solo día, dista mucho de poder derrotarlo completamente y ganar el control del territorio

El 1 de octubre se parece mucho más a ganar una huelga general contra un estado que la sabotea que a una revolución. Por dimensión, extensión y objetivos a conseguir. Una huelga que es saboteada requiere que haya miles de trabajadores haciendo de piquetes en los polígonos y grandes centros de actividad. Y eso es lo que ocurrió. Más allá de astucias y juegos del gato y el ratón (que también tienen su mérito) todo funcionó porqué hubo gente que bloqueó los colegios y evitó su cierre o hizo que este tuviera un coste en represión por parte del estado que al final no estaba dispuesto a pagarlo (y es lo que vimos el 3 de octubre).

En este tipo de juegos, estamos en un escenario de “Coronel Blotto” donde el estado para ganar en un solo día necesita desplegar más fuerza que la que despliegan los disidentes y ganar en la mayor parte de “campos de batalla”, o sea colegios. El 1 de octubre era un éxito si la mayor parte de colegios abría y podía votarse y era un fracaso si lo era una minoría. Es evidente que ni 10.000 ni 20.000 policías puede derrotar a cientos de miles de ciudadanos bloqueando colegios. Es el mismo motivo por el que los estados han admitido las huelgas generales como parte sustancial de la democracia, simplemente no la pueden derrotar a corto plazo con antidisturbios. Para el estado es más caro reprimir en el momento que dejarla funcionar. Lo cuál no quita que intente reprimir las huelgas a posteriori (de ahí los 300 encausados por las huelgas generales del 2012, algunos con penas de prisión preventiva de meses bajo acusación de terrorismo).

Lo que si analizamos con cierta perspectiva, no era inesperado que el 1 de octubre pudiésemos ganar la partida. El movimiento independentista tiene grandes elementos de grass-roots, igual que el movimiento sindical puede ser descabezado, seguirían habiendo secciones sindicales y organización (débil o fuerte) en cada polígono y en grandes empresas, el movimiento independentista tiene miles de ramas, raíces y hojas algunas organizadas formalmente y otras no. En España se entiende poco esta capacidad auto-organizada, pero el hecho es que el estado fue desbordado y eso significó “que ganamos la huelga” o sea, el 1 de octubre se pudo realizar.

El 3 de octubre no dejó de ser la continuación del 1 de octubre, pero aquí el estado ya supo que es lo que se cocía y reaccionó como sabe reaccionar con las huelgas generales. Dejar hacer y reprimir a posteriori. No malgastó energías en una batalla que sabía que no podía ganar y no jugó a un juego del Coronel Blotto inganable para ellos y esperó a poder actuar a posteriori.

Pero como decía antes ganar un día de huelga o un 1 de octubre no significa ni de lejos poder hacer una ruptura democrática. Si una huelga general, un 1 de octubre o un 3 de octubre es un juego del Coronel Blotto donde el estado tiene muchas menos piezas que los disidentes, a largo plazo es un juego inverso. El estado cuenta con más piezas que los disidentes. Y de hecho el estado no necesita ganar en todo momento en todos los campos de batalla posibles. Puede concentrarse pieza a pieza e ir ganando batalla tras batalla. El independentismo es un movimiento combativo pero aún no es un movimiento de disidentes revolucionarios que quiera estar semanas y semanas aguantando la posición.

El estado solo tuvo que hacer lo que hizo, comenzar la represión legal y utilizar las fuerzas de forma sostenida y atacar uno por uno todos los campos. Para resistir esa estrategia los disidentes tendríamos que haber planteado un escenario de resistencia a largo plazo, mucho más duro que el actual. Y para el que no estamos preparados. Esa guerra de desgaste es más dura que la represión del 1 de octubre. Luego cuando analicemos las debilidades del 1 de octubre veremos que el estado tenía muchas piezas (como hemos visto) para poder derrotar una revolución sostenida en el tiempo.

Por poner el símil de la huelga general, los polacos del sindicato Solidarnosk lograron hacer una ruptura democrática después de todo un año de multitud de huelgas salvajes y duras, conflictos en la calle, meses de lucha pacífica pero con heridos y algunos muertos por la represión del estado y cientos de presos y después de ganar unas elecciones parciales donde de 135 senadores que se renovaban, 134 eran reformistas. El 1 de octubre es equivalente a uno de esos días de huelga salvaje. No creo que hubiera habido muertos pero es seguro que un escenario de huelgas generales sostenidas en el tiempo, control parcial del territorio, no era un escenario para el que estuviésemos preparados. Ni creo que ese escenario tuviera el apoyo de la mayoría de catalanes (en cambio la lucha de Solidarnosk tuvo el apoyo mayoritario de los polacos), y dudo que de la mayoría de los independentistas. Y mucho menos dudo que tuviésemos la capacidad de poner cientos de miles de personas de forma indefinida hasta conseguir que el estado cediera.

Eso el estado lo sabía o al menos apostó ya el 1 de octubre a medio día, cuando se dió cuenta que no iba a ganar la guerra a corto y cuando el 3 de octubre decidió actuar como actúa en una huelga general. Mantener un control débil para evitar que se descontrole de forma violenta, pero no impedir ese día la actuación de los “piquetes/CDR”.

Y acertó.

 

Segunda mala lección: interpretar las debilidades como fortalezas

Uno de los errores del independentismo es como dice Graupera, que hacemos caso de los columnistas que nos venden que todo son planes perfectos, todo es un avance, todo es un golpe que nos acerca a la independencia. Esa actitud de cierto grado de locura es bueno tenerla en todo movimiento disidente, y ser optimista, pero no una secta negacionista de la realidad. Y en el análisis del 1 de octubre hicimos lecturas de “los golpes de efecto” como logros en lugar de evidencias de nuestra debilidad.

Que hubiera un censo único no es una muestra de fortaleza o una maniobra maestra. Es una muestra de debilidad y de desconfianza (fundada) en la capacidad de resistir en todos los colegios, o incluso en un número significativo. Es una medida desesperada también para proteger los miembros de la mesa de tener que manejar censo alguno algo que les hubiera dado problemas legales. Es una muestra de nuestra debilidad. Es un logro conseguir esta solución y que permitiera el poder seguir adelante con el 1 de octubre, pero el tener censo único no es un plan maestro, sino un plan desesperado y de contingencia.

Se habla, yo el primero, del mérito de consegur abrir algunos colegios en las zonas más “duras” para el independentismo con solo un puñado de voluntarios. Pero siendo heroico abrir en zonas con voluntarios de lo más variopinto e inexperado, no deja de ser una debilidad del movimiento que hubiera colegios con solo una docena de voluntarios, o que tuvieran que abrir los colegios sin apoyo de nadie del centro. Hay verdaderos vacíos de activismo independentista e interpretar que algunos colegios fueran abiertos por tan poca gente durante todo el día y estar tranquilos no es un éxito. Es una debilidad, si los piolines no fueron a cerrarlos es porqué sabían que allí apenas habría movimiento de votantes, como así fue. Tenemos zonas, no muchas por suerte, que no solo tenemos unos resultados muy bajos (por debajo del 20%) sino que además apenas contamos con activistas.

La neutralidad de los Mossos y el hecho que fuera “la gente” quien protegiera los colegios para mí es la principal debilidad. Los Mossos pudieron ser neutrales porqué vinieron los piolines, y aún así tuvieron que requisar urnas y cerrar algunos centros porqué estos no pueden desobedecer a los jueces españoles. Si realmente fuésemos fuertes y tuviésemos un control de las instituciones como movimiento disidente, podríamos ejercer cierta autoridad sobre Mossos. Estos hubieran sido los que hubieran defendido los colegios y no los voluntarios. Sí, fue un logro y un mérito hacerlo con ciudadanos civiles, pero demuestra realmente la debilidad de la lucha de un movimiento disidente contra un estado. Esto no es nuevo, todo movimiento de ruptura democrática ha funcionado en el mejor de los casos con la neutralidad del ejército y la policía de su lado, excepto la revolución de los claveles, que fue un alzamiento militar democrático en Portugal. Pero entendamos que todas los relatos de “Mossos dispuestos a dar la cara por la República” eran ya ficción el 1 de octubre.

Tercera mala lección: interpretar los resultados como un referéndum

El 1 de octubre no fue un referéndum. Fue una huelga general y un acto de disidencia política y democrática. Pero no un referéndum. No votó ni fue secundado ni reconocido por parte alguna excepto los disidentes. No hay que quitar mérito a que más de 2.000.000 de personas votaron a favor de la democracia y la independencia y lo que significó. Seguramente el mayor acto de desobediencia colectiva de toda la democracia y de nuestro entorno político. Pero para nada un referéndum y leer los resultados en clave de que hay “un mandato para implementar la República” es un error. Los mandatos, nos gusten o no, surgen de elecciones o votaciones que una parte significativa del cuerpo social consideran legítima, no la mitad de ese cuerpo social. La lectura de los observadores internacionales iba en ese sentido.

La declaración de independencia (fallida) del 27 de octubre no tenía más legitimidad que si se hubiera hecho justo después de las elecciones del 2015. O después de las del 21 de diciembre. Lo que nos dio más razones y fuerza a nuestro movimiento. El 1 de octubre nos puso en la agenda internacional. Forzó al estado a entrar en sus contradicciones y a mostrar su peor cara. Fue un acto de desobediencia política de primer nivel. Pero al igual que Solidarnosk ganó las huelgas, luego tuvo que ganar unas elecciones dentro del sistema.

Esa legitimidad nos vendrá por la vía de ganar de forma clara unas elecciones autonómicas, no como lo estamos haciendo ahora, por la mínima, o por un referéndum reconocido por la mayor parte del cuerpo social catalán.

 

En conclusión, el 1 de octubre nos puede dar lecciones importantes de como podemos ganar a un estado durante unos pocos días. Nos da pistas de como seguir forzando las costuras del estado demofóbico español y que realmente si necesitamos un push de force puntual de corta duración podríamos volver a hacerlo. También nos dice que el estado no es invulnerable ni invencible. Que ha de transigir, que hay margen para la disidencia y la desobediencia. También que hay millones de catalanes dispuestos a seguir insistiendo y a moverse puntualmente en las zonas grises de la desobediencia civil, que hay cientos de miles dispuestos a poner el cuerpo y la salud en momentos puntuales por la causa.

De ahí que creo que es un error deducir que podemos ganar al estado a campo abierto o creer que el apoyo de dos millones y poco de catalanes adultos con derecho a voto legitiman una ruptura democrática cuando hay en frente otros dos millones y algo más de catalanes que tienen otras preferencias.

 

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