Limites irracionales a la teoría del actor racional, que son obviados por la economía convencional

Disclaimer: Quiero aclarar una cuestión antes de iniciar mi exposición, respeto muchísimo las predicciones del actor racional en economía. Hay excelentes divulgadores de la economía convencional que es la que hace el grueso de predicciones más acertadas.

Sin la economía basada en el actor racional, la preferencia revelada y la maximización de la “utilidad”, cualquier otra aproximación que se haga a la economía vacilará entre la mistificación de un falso sentido común y el relato muy coherente pero ausente de ciencia.

Comienzo mi artículo hablando de un problema que tiene un gran parte de autores de la economía convencional (para entendernos, aquella que modeliza basada en el actor racional y la maximización de la utilidad), y es como confrontan lo que Keynes llamó “Animal Spirits” y la economía moderna llama “comportamientos irracionales predictibles” o “economía conductual”.

La economía convencional tiene formas de confrontar los elementos de irracionalidad

La economía convencional no obvia que nos comportamos de forma irracional o que actuamos con limitación de información y por tanto nuestras decisiones no siempre serán totalmente racionales, pero ventila el problema de 3 formas muy elegantes:

a) Los comportamientos irracionales se pueden dar pero las fuerzas del mercado terminarán corrigiendo el problema. Si hay un tipo que decide pagar a sus trabajadores 10.000€ mensuales porqué cree que ese es el salario justo, al final las inexorables fuerzas del mercado terminarán echándole ya que la competencia tendrá costes laborales más bajos y podrá ofrecer servicios o bienes a un coste más bajo.

b) Los comportamientos irracionales pueden descartarse, aún cuando no haya una fuerza de mercado que lo corrija, como comportamientos aleatorios, que por tanto no afectan a las predicciones originales, simplemente pueden modelizarse como fricciones del mercado que terminarán corrigiéndose. Aunque veamos ese comportamiento, incluso entre muchas personas, a largo plazo prevalecerá la tendencia hacia maximizar la utilidad.

c) Los comportamientos irracionales pueden modelizarse como cambios de preferencias. Si hasta hace unos años un tipo decidía que gastar dinero en construir un yate porqué ese era su sueño (y así maximizaba su utilidad) pero en el último momento decide quemar el futuro yate porqué se ha cansado no es irracional, simplemente ha cambiado de preferencias y de forma racional, ahora lo que maximiza su utilidad es no tener un yate.

Para que funcione estas explicaciones, el comportamiento irracional ha de cumplir alguna de estas condiciones: o ser totalmente aleatorio (por tanto, los comportamientos irracionales se cancelarán mutuamente o bien los comportamientos irracionales simplemente son desviaciones estadísticas del comportamiento previsto), o ser muy cortos en el tiempo (un trabajador puede tener un día que decida gritarle al jefe, pero a largo plazo preferirá mantener una relación de mayor respeto para no perder el trabajo) o poder mantener una cierta línea de coherencia (el señor que quemó su yate, no quiere un par de horas después tener un yate, simplemente se ha cansado de la navegación). Pero esto no funciona como la economía convencional plantea, somos más irracionales de lo que creemos y nuestro comportamiento irracional es muy predictivo.

Queda claro que si el comportamiento irracional no es muy corto en el tiempo, no responde a un cambio genuino de preferencias (por ejemplo, el tipo que quemó el yate o tiró por la borda su vida en pareja, lo hizo en un arrebato en caliente, y luego no es capaz de dar marcha atrás), o peor aún responde a dos escalas de preferencias que podemos tener, no pondría en problemas la economía convencional, ya que queda el elemento más estable, la aleatoriedad del comportamiento irracional no pone en cuestión las predicciones de la economía convencional.

El siguiente diagrama explica, el porqué:

X e Y, variables arbitrarias (podría representar el tiempo máximo de espera [coste de oportunidad] y el precio máximo [coste real] que pagarían por entrar a un espectáculo). El primer grupo representa el comportamiento de actores racionales, el segundo de actores que tengan una alta componente aleatoria, el tercero se aproxima más al comportamiento de los actores reales con comportamientos irracionales pero predecibles. Como podemos ver, el comportamiento de actores reales (irracionales pero predictibles en su irracionalidad), a diferencia del aleatorio que oscila alrededor del comportamiento predicho por el actor racional, tiene consecuencias a largo plazo claras. Simplemente la predicción racional no es correcta, no simplemente tiene márgenes de error mayores, la predicción  racional alrededor de la posición 5000,5000 no es correcta, el resultado más probable estaría alrededor de la posición 7.500, 2.000. Podría ser que estaríamos más dispuestos a gastar un tiempo extraordinariamente largo esperando conseguir unas entradas a un precio “chollo” muy bajo, sin tener en cuenta el coste de oportunidad o la utilidad esperada de esas entradas, como de hecho, así ocurre.

¿Pero es tan aleatorio nuestro comportamiento irracional o este se puede predecir?

Por poner un ejemplo, Gary Becker creó un modelo para explicar el delito basado en el modelo de actor racional, todo un clásico de la escuela de Chicago que desde la economía convencional es impecable: los delincuentes calculan el beneficio que pueden conseguir al cometer un delito y lo comparan con el coste de ser atrapado y el riesgo esperado. Por ejemplo, si un posible delincuente se plantea entrar en un banco y robar 300.000€, pero cree que tiene un 50% de posibilidades de ser atrapado y terminar 20 años en la carcel y el valora cada año en la cárcel en unos 50.000€, su cálculo de coste-beneficio le llevará a no delinquir, pero en cambio si cree que las posibilidades son del 10% o bien la pena es solo del 5 años entonces asumirá que su ganancia esperada es positiva y asumirá el riesgo.

Este modelo no funciona, literalmente, tendemos a engañar, cometer delitos o actos moralmente reprobables a un nivel bajo independientemente de la posibilidad de ser atrapados o del castigo que podamos sufrir. Más basados en nuestra capacidad de engañarnos a nosotros mismos sin superar cierto umbral, que en un cálculo frío de coste-beneficio. Si alguien ha tratado con delincuentes convictos, sabrá que incluso ellos tienen esa capacidad de no superar cierto umbral personal.

El hecho es que el modelo de Becker es totalmente incorrecto y sus predicciones y políticas son falaces. Por incrementar las penas o la posibilidad de atrapar a los deshonestos, el delito no va a caer. Las leyes españolas contra los delitos de todo tipo no son más duras que las de Irán, y a la vez, tampoco son más blandas que las suecas (ni tampoco la policía sueca es más eficaz que la española), y en cambio los índices de la mayor parte de crímenes son más bajos en Suecia que en España y en España a su vez, más bajos que en Irán.

Se puede aplicar a la posibilidad de cometer delitos o actos inmorales, pero también a nuestra incapacidad funcional de calcular bien los costes de oportunidad, nuestro consumo diferencial si pagamos con dinero físico o con tarjeta*.

Al final, sabemos que con una pequeña oportunidad todos engañaremos un poco, lo justo para no superar el umbral de autoimagen sobre nuestra honestidad y que aún habiendo unas pocas manzanas podridas que realicen actos inmorales o deshonestos de forma exagerada, existe un comportamiento generalizado de actos inmorales o deshonestos de baja intensidad entre todos, o que bajo incentivos económicos muy altos reaccionaremos peor que con incentivos más moderados, que estamos dispuestos a pagar más por el esfuerzo que por la utilidad del servicio, o que podemos obligarnos a sufrir pérdidas evitables solo por el mero hecho de demostrarnos que lo hemos intentado para admitir un acuerdo justo pero no favorable.

El hecho es que la economía convencionales, y los economistas convencionales, deberían tener en cuenta la economía conductual, en el fondo son un complemento:

 

* Quiero profundizar en el problema de las tarjetas de crédito y el consumo diferencial que podría ser explicado por un cambio de preferencias. Si la misma persona consume más productos compulsivos si compra con tarjeta que si lo hiciera con dinero contante y sonante, esto no es un cambio de preferencias, sino un comportamiento puramente irracional que nos lleva a ser más compulsivos y gastar más cuando nos alejamos mentalmente del dinero. No es que queramos racionalmente consumir más caramelos, bebidas azucaradas o pasteles por el mero hecho de llevar una tarjeta de crédito, simplemente somos menos capaces de mantener nuestras preferencias a largo plazo frente a las preferencias a corto y nuestra irracionalidad supera nuestras preferencias, que siguen siendo las mismas. En los experimentos realizados los consumidores sienten arrepentimiento por el consumo de productos compulsivos, simplemente el hecho de no pagar con billetes o monedas les hace más vulnerables a este tipo de consumos superando sus preferencias racionales.

4 comentaris a “Limites irracionales a la teoría del actor racional, que son obviados por la economía convencional

  1. Gracias por el enlace y el piropo.

    Cuando toco el problema de la racionalidad / irracionalidad, siempre empiezo diciendo que hay una única manera de ser racional, pero en cambio hay muchas de ser irracional (o de no ser completamente racional). Ese es el gran problema, que no se resuelve hasta que encontramos aspectos en los que somos irracionales de una manera sistemática y entonces es posible la modelización y el análisis.

    La economía “convencional” como la llamas no eludía la cuestión, y planteaba otras posibles salidas además de esas tres que señalas, por ejemplo con modelos de racionalidad limitada, de aprendizaje, de dinámicas sociales, evolutivas… Casi todos los modelos donde los individuos no son plenamente racionales sirven apenas para unos cuantos casos y no son fácilmente generalizables como para que constituyan la pieza central del análisis económico.

    La economía del comportamiento tiene la virtud de encontrar efectivamente maneras sistemáticas de no ser racional, pero sigue sin constituir (de momento) una teoría más general que la que tenemos, y solo sirve para un tipo de situaciones.

    Conviene contrastar lo que dicen la economía experimental en los experimentos de mercado y en los experimentos sobre equidad antes de sacar conclusiones rápidas:

    http://mappingignorance.org/2013/02/22/experimenting-with-markets/
    http://mappingignorance.org/2013/03/20/experiments-in-fairness/

    (En castellano aquí:
    http://todoloqueseaverdad.blogspot.com.es/2013/02/experimentos-con-mercados-1.html
    http://todoloqueseaverdad.blogspot.com.es/2013/02/experimentos-con-mercados-2.html
    http://todoloqueseaverdad.blogspot.com.es/2013/03/experimentos-sobre-equidad.html
    http://todoloqueseaverdad.blogspot.com.es/2013/03/esta-es-la-segunda-parte-del-articulo.html )

  2. Jose Luís:

    Gracias por el comentario, pero como bien sabes la economía conductual va más allá de los problemas encontrados en los experimentos tipo “ley del ultimátum” o los diversos dilemas del prisionero, o todas las teorías de juegos o formas en las que el equilibrio de Nash es evitado, precisamente por actores no racionales, y no modeliza los mismos resultados que un mercado donde los actores van aprendiendo o tienen información parcial.

    Aún así te reconozco que la teoría de juegos “habitual” (aquella que contempla actores no emocionales) y la economía experimental es una puerta por la que acceder a la irracionalidad http://press.princeton.edu/titles/7517.html.

    El comportamiento irracional predecible va un poco más allá, y tiene que ver con comportamientos sistemáticos que se prolongan en el largo plazo y por tanto afectan a las predicciones económicas y las políticas que se derivan de ellas. No niego los esfuerzos por la teoría del actor racional y las preferencias reveladas de integrar fenómenos encontrados en la economía experimental, pero son poco fructíferos al trasladarlo al comportamiento macroeconómico y a las políticas que se derivarían, por el hecho de considerarlos anomalías de segundo orden o subsumibles en un mercado que terminaría absorviendo estas anomalías ya que los actores aprenderían a superar sus limitaciones irracionales. Es evidente que si no fuera así, no habría toda una rama económica nueva desde los años 70.

    Otra cuestión. Aunque la economía conductual no proporcionara una base teórica general de aplicación en todos los marcos de referencia posible tan solo leyes útiles para diversos casos, actuaría como en física lo que se llama “leyes empíricas”, como la ley de Hook de los muelles, pero lo cierto sí que nos dan patrones de conducta generales y sostenidos. Por ejemplo, que seremos más irracionales en el gasto o tenderemos más a robar formas de dinero no física, se puede aplicar para explicar las falsedades sistemáticas en las declaraciones de impuestos (no hay dinero físico de por medio), el hurto de material en las empresas (que conlleva miles de millones de pérdidas), o la facilidad con la que un consejo de dirección se subirá retribuciones tipo opciones sobre acciones, o la mayor facilidad al dispendio que se hace al incrementar el gasto público en obras fastuosas al estar ausente el dinero físico a la hora de diseñarlas. De hecho hay hasta todo un marco teórico para la economía financiera http://papers.ssrn.com/sol3/cf_dev/AbsByAuth.cfm?per_id=328612 .

    Lo que está claro y la economía conductual demuestra es que una gran parte de nuestros comportamientos irracionales son sistemáticos y predecibles, no aleatorios, temporales y sin consecuencias a largo plazo, por tanto con consecuencias que se prolongan a las decisiones políticas, a la reacción a los incentivos y por tanto a la macroeconomía. Que la teoría de juegos, o los experimentos basados en ellos como el dilema del prisionero o el del ultimátum no recoge el comportamiento irracional predictivo a largo plazo con la profundidad que sí lo hace la economía conductual, esos juegos no hace más que arañar una superficie y la afectación a la economía “convencional” y sus premisas ha sido mínima, para entendernos aún sigue vigente la teoría de Becker del delito, y lo más aproximado que se ha hecho con las herramientas del actor racional a modelizar el comportamiento irracional es el modelo de segregación de scheeling.

    Las críticas a la economía conductual tienen claras respuestas:
    http://nordhaus.econ.yale.edu/documents/Rabin1998.pdf

    A las pruebas me remito, el mecanismo de “Bread&Roses” está actuando hoy sobre empresarios y trabajadores en un conflicto que tiene vías de solución pero que requiere una escenificación en los sectores donde los convenios estaBAN a punto de caer. A pesar de las inminencias de los acuerdos, la mayor parte de huelgas previstas en Catalunya este 23 de mayo siguen convocadas, precisamente por la percepción de “fairness” por un lado y por el “loss aversion” de los empresarios.

  3. Las referencias que enlazaba no querían ser exhaustivas, ni mucho menos. Solamente intentaba mostrar qué tipo de cautelas debemos tener en la interpretación de los resultados.

  4. Entiendo lo que querías mostrar… las cautelas hay que tenerlas, es evidente que la economía conductual es relativamente joven (solo 40 años de investigación, con un número relativamente pequeño de investigadores), frente a la economía experimental que tiene más de 70 años o la neoclásica, keynesiana, etc… que superan o se acercan al siglo.

    Y entiendo que el cuerpo central de la economía poco a poco va introduciendo predicciones de la economía conductual, y en especial, los que sóis economistas más de “bota” y menos de “bata” (término acuñado de la biología para diferenciar los biólogos de campo de los de laboratorio), la tenéis en cuenta. Quiero alertar que en numeroso aspectos bastantes economistas cuando se dedican a hacer propuestas para policy-makers, este aspecto no lo suelen contemplar a pesar de que haya predicciones de la economía conductual pertinentes en el tema en el que hacen recomendaciones de políticas concretas.

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