Los independentistas estamos ganando aunque nos cueste verlo

Ahora se han puesto de moda los hilos de twitter de determinados personajes que hacen análisis “curiosos” de la realidad, en los que intentan explicarnos que todos los movimientos alrededor del proceso responden a planes bien elaborados, estrategias planificadas, que detrás hay un apoyo de determinadas fuerzas (chinos, rusos, Alemania, los illuminati) y que las cosas aparentemente no son lo que parecen (un puto desastre) sino una harmoniosa estrategia hilvanada que nos llevará a la arcadia de la independencia.

Todos estos análisis adolecen de altas dosis de pensamiento mágico, falsas informaciones, puras invenciones y otorgan a nuestros líderes una clarividencia y un sentido estratégico del que carecen. La realidad es más cruda, desde el 20 de septiembre cuando el estado había desmontado gran parte de la logística del referéndum (lo que no sabían ni propios ni extraños es que esta logística se iba a rescatar por una vía casi inesperada), la dirección política del procés ha sido púramente reactiva, sin capacidad de toma de decisión estratégica, ha sido sobrepasada, no ha mantenido una línea conjunta y todas las decisiones han sido a lo sumo de táctica a corto. No es una crítica, con la correlación de fuerzas actual y la dimensión de los acontecimientos y los golpes recibidos por el estado, hasta el mejor estadista se ve desbordado por las circunstancias. Además las contradicciones internas del propio movimiento en algún momento tenían que estallar y esto ocurre en los momentos de la más profunda crisis.

Estamos aún recuperándonos del noqueo de nuestra dirección que también ha afectado a segundas y terceras líneas, a entidades, a activistas y a toda la estructura formal e informal. De hecho el éxito de los mensajes mágicos es que son la pequeña dosis de esperanza que muchos necesitan en tiempos tan confusos.

Pero sin necesidad de entrar en ese pensamiento mágico, ni hablar de planes, ni de supuestos aliados imaginarios, ni de sucesos improbables, intentar ver las cosas con cierta perspectiva nos permite hacer la osada afirmación de que estamos ganando, al menos en tres aspectos.

I Ensanchamos la base de forma sostenida sin demasiada oposición

– El crecimiento del independentismo es lento (a veces agónico) pero al parecer es sostenido en el tiempo. Cada vez que pasa “algo” (consulta del 9N, elecciones plebiscitarias, referendum, elecciones defensivas del 21D) el independentismo avanza un poquito. Cada nueva micro-oleada queda fijada en especial por la reacción del estado. También tenemos algunas pequeñas fugas (50.000 votantes de centro-derecha del área metropolitana el 21D) estas son menores a las ganancias. Por otro lado, aunque de forma intuitiva el discurso de frontera va calando en los actores independentistas y eso se ha visto en las últimas elecciones, ese estudio de la frontera entre independentistas y no independentistas no parece interesarle al unionismo que sigue una estrategia de represión y de movilización del núcleo duro que más bien aliena con personas con una adscripción identitaria más débil.

– Este trabajo de frontera del independentismo es “orgánico” o sea que no responde a una campaña espúrea o marquetiniana, es fruto de una presencia del activismo independentista en todas las zonas, entretejiéndose en una red de activismo social que va más allá del mero independentismo. El independentismo crece entre personas que se han empoderado y los independentistas de las zonas más complicadas son “las clases medias” organizadas, copan las organizaciones sociales, vecinales, de cooperación, etc… Este tejido crea más gente que se activa y que pasa a tener más consciencia y pasa a ser “clases medias mentales”, e incrementa esa posibilidad de pasar a ser independentista. Además, en contra de algunas creencias, la presencia de esteladas no genera rechazo en la frontera y en cambio sí provoca la normalización del independentismo en cada zona. La gracia de todo esto es que aunque hay cierto grado de planteamiento organizativo en este entretejimiento con los movimientos sociales (en especial de ERC y en menor medida por la ANC y los CDR), es un trabajo que funciona mucho más de forma espontánea.

Además el discurso indepe, a pesar de los momentos de locura temporales (listas únicas, momentos de crisis, brotes de culto al líder) está cada vez más adquiriendo un tono que se parece a los intereses de esa franja media de la sociedad, es cada vez más metropolitano, sin perder apoyo en sus feudos normales. El hecho que este discurso tenga más elementos de democracia y cívicos lo diferencia de discursos identitarios rivales y vacía a su competencia en la zona central de la sociedad catalana

El unionismo social ha reaccionado, se ha organizado y ha llamado a las filas a los suyos, pero de momento su discurso y modos son de un movimiento a la defensiva, que intenta hacer de cortafuegos (con éxito parcial) al independentismo. Tiene altos niveles de cohesión interna, pero el núcleo activo es altamente hostil a la frontera. No tienen poder de penetración entre indepes o verdaderos federalistas, y lo vuelve un movimiento muy agrio en el que el votante de frontera se siente incómodo, ya imposible que penetre entre independentistas poco convencidos.

El cambio generacional nos juega a favor. Esto es algo ya estudiado en lo que no entraré, pero como dice Rubalcaba, los catalanes los entierran con la senyera y nacen con la estelada.

 

II El estado ha sobreactuado con su respuesta legalista

El Gobierno de españa y los poderes que lo apoyan han apretado las teclas al máximo, pero han agotado los recursos, los abusos de ciertas figuras en la fase de instrucción contra el proceso, la aplicación del 155 por encima de la literalidad del texto, etc.. todo esto es una compra a crédito que terminará pagando el estado. Además esto no ha sido a coste 0, ciertos sectores del mundo del derecho están rompiendo la espiral de silencio y la imagen represiva del estado español se va ahondando. Es verdad que el independentismo ha sufrido daños, pero en comparación con otros movimientos sociales de resistencia al sistema estos son menores de los que creemos.

Según numerosos jueces, juristas y expertos constitucionalistas la aplicación del 155 ha sido excesiva. No es descartable que el TC marque algunos límites en aplicaciones futuras (que no afectará a como nos lo han aplicado ahora). El 155 como lo hemos vivido es una bala de plata, la han gastado. Todo y que el TC no deja de ser parte del aparato de control del estado, los mismos jueces se ven atrapados también en la literalidad de la ley y no pueden hacer interpretaciones excesivamente fuera del sentido del texto constitucional. En todo caso, sabemos cuál es el techo que pueden actuar con el 155, lo hemos vivido y eso nos hace temerlo bastante menos y nos permite aprender como sabotearlo si entráramos en una fase de confrontación.

La sobre-escenificación legal en la fase de instrucción contra el referéndum y la DUI la van a terminar pagando. Los delitos de sedición y rebelión no van a poder sostenerse cuando se realice el juicio. Igual que ha pasado en otros casos (como el de los sindicalistas acusados de terrorismo en el 2012 o los de rebelión aérea por ocupación de las pistas del Prat en una huelga), el aparato judicial español puede ser retorcido y manipulado pero solo hasta cierto punto. El hecho que no hagan la euroorden a Puigdemont y los 4 consellers o difícilmente hagan la petición d extradición a Anna Gabriel por delitos de sedición es que saben que no se sostiene y que tendrán que ir a la aplicación de delitos de malversación o prevaricación o desobediencia, con penas mucho menores. Lo que han intentado es amedrentarnos y asustarnos, pero con la sobreactuación lo que hacen es activarnos como movimiento de resistencia que además no se crea ciertos faroles y amenazas del estado. Por no hablar de los problemas de mala imagen fuera y dentro y el descrédito que están produciendo en la imagen de la justicia dentro de la propia España.

El estado ha mostrado su peor cara, y aún así resistimos, no nos atrevemos a desobedecer más, pero seguimos en la línea, no nos ha derrotado. No puede sobreactuar más y lo peor es que ya hemos asumido que cualquier movimiento ha de tener costes. Una vez integras esto pasas a ser un movimiento con mentalidad de resistencia que se plantea los términos en costes de desgaste y daños. Además somos un movimiento muy resiliente en muchos sentidos y a pesar de toda la sobreactuación judicial el bloque de apoyo a la independencia es sólido.

A pesar que nos parecen unos daños muy grandes, comparados con otros movimientos de ruptura democrática, hemos pagado relativamente poco. Las personas implicadas han pagado mucho y esto no rebaja para nada el sacrificio de los que están sufriendo represalias ni el sufrimiento de ellos y su entorno, pero el conteo de “bajas” por la represión es relativamente bajo. Los insumisos tuvieron 2.000 presos “políticos”, los sindicalistas del 2012 más de 300 imputados y docenas de presos (algunos con prisiones preventivas de más de 6 meses) el movimiento vasco, el actual, el pacifico, tiene presos políticos que llevan años sin juicio. Y somos el movimiento que más ha puesto contra las cuerdas y ha logrado poner en contradicción a España. Seguimos pensando en conseguir victorias a cualquier coste, aunque estas sean pírricas, pero si comenzamos a pensar como un movimiento de resistencia contra el sistema, y pensamos en términos de “cuanto desgaste causamos y a que precio” tenemos mucha capacidad de causar daños sin desgastarnos demasiado.

 

III las crisis generan oportunidades y cambios de formas de construir equilibrios internos

El movimiento independentista está en una profunda crisis de liderazgos, estrategia, cohesión interna y confianza. Pero también todos los actores no tienen más remedio que llegar a acuerdos y entenderse. La crisis actual tiene sus raíces en la forma de construir equilibrios internos, de una forma que genera pocas confianzas entre actores y que era útil si el escenario de victoria estaba a tocar y es a corto (las coaliciones de poca confianza pueden ser muy eficientes con objetivos muy claros y a corto plazo), pero visto el cambio de escenario esas coaliciones de baja confianza no son viables.

– Hasta ahora parte de los pasos del independentismo se basaban en una fuerza (generalmente convergencia o como se haya ido llamando después) hiciera chantaje a otras fuerzas tanto de forma directa como indirecta a través de un sector social hiperactivo y un sector mediático. Hasta ahora esta estrategia ha funcionado, pero ahora vemos que ya no es así, los otros actores tienen más cuotas de poder, pero no solo eso, el neoindependentismo que no tan propenso al culto al líder o a valores esencialistas (tiene otros problemas, ojo), se ha rebotado y responde. De esta dialéctica pueden salir dos cosas muy buenas:
1.- Un acuerdo más fuerte entre las fuerzas independentistas donde no haya un puñal guardado para vengarse de chantajes anteriores y donde las fuerzas son más equilibradas.
2.- Un relato indepe compartido por ambas familias que ahora están en pugna (y no hablo de partidos), entre “traidores” y “iluminados”, pero también entre indepes esencialistas y neoindepes oportunistas. La hegemonía social de relatos se consigue a través de mestizajes de este tipo y no con quimeras no integradas como hasta ahora.

Un escenario de altos niveles de confianza mútua solo se construye desde una mayor igualdad de fuerzas y no desde un abuso de posición que genera rencor y la sensación de llegar a acuerdos injustos. No sé que acuerdos llegarán las fuerzas independentistas en las instituciones ni los nuevos equilibrios sociales, pero es seguro que ahora, por obligación, serán más equilibrados y justos para las partes.

Este conflicto permite poner en cuestión cosas que hemos hecho todos los sectores y ver que nos funciona o no. Sin este conflicto tal vez no habríamos sabido ver que hemos cometido errores con el “tokenismo” charna o con el culto al líder, ni tampoco valorar el porqué hemos acertado en generar un imaginario “esencialista” más integrador (el sueño del referéndum nace de los indepes esencialistas en Arenys de Munt, pero eclosiona en los CDR del área metropolitana traducido al marco de la democracia), o el buen trabajo de frontera que se hace y que se ha podido ver mejor con listas separadas.

Nuestras crisis de liderazgo nos llevan también a asumir que la lucha no la van a acabar una sola generación de líderes, que vamos a ir quemando la primera línea por la intensidad del movimiento, los esfuerzos que suponen y la exposición a una estrategia represiva del estado. Pero lo bueno es que nos fuerza a tener siempre banquillo y nos obliga a tirar de las varias escuelas políticas de las que provienen los cuadros políticos disponibles. La suma de conocimientos, estrategias y pensamientos nos permitirá tener un liderazgo más fluido, compartido y adaptativo. Además esos liderazgos fugaces, fruto de la dureza de la batalla política, hacen que los propios activistas tengan que empoderarse y responsabilizarse. Habrá más nuevos 1 de octubres donde una vez puesta en marcha la maquinaria esta sea imparable.

 

 

Sé que todo esto ahora mismo es difícil de verlo con claridad, más con el estado de guerra cainita entre corrientes independentistas, la incapacidad de algunos líderes de explicar nuestras carencias, los pocos incentivos a hablar claro o explicar que vamos a un escenario donde lucharemos desde instituciones limitadas y siempre vigilados por un estado represivo. Si se mira con cierta perspectiva, tenemos una guerra complicada por delante, pero estamos ganando.

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