Los “flames” o discusiones encendidas en la red son un verdadero problema. Quien entra en ella ve afectada su imagen en negativo. Mi personalidad me hace propenso a tenerlas más de lo que desearía, ya que personalidades que sean cabezonas, argumentativas y que se implican mucho emocionalmente con sus posturas racionales somos propensas a entrar en algunos debates encendidos. Además el debate en internet al carecer de un porcentaje importante de la comunicación no verbal y la capacidad de transmitir que a pesar de que se defiendan posturas distintas se empatiza con el interlocutor, se generan espirales en las que el debate sube de tono. En ocasiones uno es el que comete el error de elevar el tono más de la cuenta y es el responsable de iniciar el flame, lo único que sirve es aprender y corregirlo. Ya no solo por el daño que se haga a la propia imagen, sino también porqué enfrente hay una persona a la que estamos intentando convencer de algo y hemos conseguido todo lo contrario hiriéndola o molestándola.

El problema radica cuando el flame es iniciado por tu interlocutor y es muy difícil romper la dinámica. El sentimiento de injusticia provocado por un insulto, o un abuso de falacias argumentativas, o una actitud provocativa sin buscar un debate sincero, obliga a una renuncia que siempre deja una sensación de haber abandonado la posibilidad de defender tu propia postura (cosa que suele ser lo más sensato y es fácil de hacer cuando estás hablando en nombre de una marca o defendiendo una imagen coorporativa, pero no tanto cuando se realiza con perfiles personales) o bien hace entrar en el flame, algo que no aporta valor alguno.

Me acabo de dotar de esta pequeña herramienta para evitar flames provocados por terceros, una pequeña indicación a mi interlocutor sobre su actitud y una invitación a debatir cuando se haya cambiado de actitud. Mi imagen en la red y sobretodo mis lectores lo agradecerán.