El acientificismo y la irracionalidad en la era de la información: la búsqueda del mito enfrentada a la racionalidad

“La verdad nos hace libres”, “la política es pedagogía”, “todo lo que necesitamos es formación e información”. Este tipo de frases son las que muchos utópicos sociales han repetido a lo largo de la historia con el sueño de que más información y formación nos permitiría ser personas con un criterio más elaborado y capaces de ser activos políticos.

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Las generaciones actuales contamos con más recursos informativos y más acceso a fuentes, que antes estaban vedadas sólo para científicos y técnicos, y a la vez las que mayor intensidad en formación hayamos tenido.

A eso hay que sumar el mito de que internet nos acercaría a una sociedad más desarrollada, sabia, capaz de resolver mejor sus problemas, de organizarse, capaz de eliminar las manipulaciones y los grandes dogmas al poder acceder a la información como ninguna otra generación anterior a la nuestra.

Pero esto no parece ser así, estas generaciones hiperconectadas, muy formadas y con un acceso inimaginable a información sigue tenieno un alto nivel de membrillismo por metro cuadrado.

Que internet nos da acceso a más conocimiento e información es indiscutible, lo que también es verdad es que ha dado visibilidad a personas que viven en una absoluta ausencia de racionalidad.

Si antes las comunidades creacionistas se limitaban a dar la brasa en los programas de televisiones estatales de algunos estados de los Estados Unidos y latinoamérica, ahora gozan de una capacidad de difusión aún mayor. Pueden aparecerte en enlaces, en la propia wikipedia o en tu propio televisor al cambiar al canal Intereconomía.

En períodos anteriores de la historia los que creen que el volcán se aplaca arrojando vírgenes de turgentes pechos sólo compartían su supersticiosa (y ya que estamos malvaratadora de la reserva genética de mujeres jóvenes con pechos turgentes) costumbre consigo mismos y con los que decidían guerrear, comerciar o interaccionar. Cuando Cook, otro supersticioso pero con gorro de tres picos, pelucas y ropas molonas interaccionó con ellos les transmitió sus propias supersticiones y valores y al revés, pero la interacción tardó en producirse, y el intercambio de paranoias y supersticiones se basaron más en quien tenía los cañones más gordos o más gente para enviar a invadir que en el libre intercambio de ideas.

En la era de la información cada paranoia tiene su fuente. Los frikys tenemos PARANOIA, los gafapasta tienen Lorem-Ipsum y Socialdemocracia.org y los creyentes en los horarios tienen la web de ADIF.

Mientras en España tenemos que sobrevivir a especímenes nativos como los todólogos de Libertad Digital que aglutinan a todo rebotado pseudo-neo-teo-algo-con a kilómetros a la redonda, los paranoicos del otro lado del Atlántico tienen más variedad.

¿Que es lo que lleva a abrazar la irracionalidad y el mito en la era de la información?

Primero de todo una pequeña disquisición pseudosociológica. ¿Porqué en la era de la razón hay personas que se emperran en seguir creyendo que el mundo tiene 4.500 años, que el calentamiento global es una falacia o que todo lo que huele a científico es un tufo?.

Somos una sociedad donde nos hemos contado algunos cuentos y nos los hemos creido. La victoria del pensamiento racional ha sido asombrosa, la tecnología y por tanto la industria y los cambios sociales asociado a esta nos han hecho tener mayor esperanza de vida, la mayor capacidad de modificar y controlar nuestro entorno y una capacidad de superar limitaciones que hace 150, 200 o 300 años eran impensables afrontar. Los ciudadanos de los países ricos del mundo gozamos de unas ventajas y una capacidad de protección frente a las amenazas de la naturaleza que no lo ha tenido posiblemente ningún colectivo de organismos en toda la historia de la biosfera.

Esa situación que es positiva nos ha llevado a hacer de la ciencia y la tecnología casi un credo, asumir no que puede conseguir grandes logros sinó que puede conseguir todo lo que ellos sueñen y sobretodo alcanzar un grado infinito de seguridad y fiabilidad. Como no hay actividad humana exenta de fallos, errores, vacíos de conocimientos, fraudes o simplemente mitos a los que se carga la responsabilidad, la ciencia y la tecnología falla y nos defrauda. La ciencia no nos puede resolver todos los problemas ni conocerlo todo, y la tecnología falla y nos deja tirados.

Reconocer la fragilidad de nuestras vidas, asumir que no se puede vivir con riesgo cero y que la tecnología no es omnipotente y por tanto podemos quedarnos muy expuestos es una actitud difícil de conseguir. Los que practicamos alguna actividad en la que alguna vez nos hemos visto expuestos o en pequeñas situaciones de riesgo por narices lo hemos tenido que asumir pero aún así en nuestra cotidianedad es muy difícil trasladar esa actitud de superviviente. En general obviamos que podemos morirnos y que no somos invulnerables. Cuando la ciencia o la tecnología nos deja expuestos, o nos deja en una situación de mayor incomodidad cuando falla, nos genera inseguridad.

Algo que con más profundidad está analizado es que más allá de que hay una percepción de inexistencia de riesgos serios, la sociedad moderna nos produce muchas ansiedades debido a que existen muchas incertezas (¿tendré trabajo mañana? ¿tengo capacidades para adaptarme a los “cambios”? ¿puedo tener un hijo?) que en épocas pasadas, por puro pragmatismo y una vida algo más sencilla, no se tenían.

Todo esto genera un mejunje que nos lleva a buscar, por un lado, alguien que nos proporcione certezas y por otro un cierto excepticismo con una ciencia y una tecnología que hemos supuesto omnipotente y que ha fallado en alguna ocasión. Es decir, tenemos el caldo de cultivo de la irracionalidad y la superstición.

Un ejemplo de ello es que gente aparentemente formada, con dinero, algo erudita es capaz de elaborar una web creacionista para afirmar cosas tan tontas como que la tierra sólo tiene 4.500 años (tal y como dice la Biblia) o que las estrellas tienen un millar de años.

Es curioso que la sociedad más tecnificada no haya podido erradicar el mito allí donde ya existe un conocimiento racional serio.

Lo dejo aquí, tan sólo algún apunte.

  • El acientificismo creacionista tiene una alta correlación con el negacionismo del calentamiento global, en España los pocos creacionistas son también negacionistas (léase los artículos “científicos” de Libertad Digital), en la web answersingenesis también vemos el típico “escepticismo” acientífico de los negacionistas en el tema del calentamiento global.
  • El acientificismo no sólo aparece en un rechazo de plano a la ciencia seria, aquí rozan el ridículo y poca gente termina siguiendo esas tesis, es más lesiva la capacidad de arrastrar una desconfianza hacia la ingeniería que se ve reflejada incluso en los miedos a las obras civiles. Es curioso el caso del NIMBY de oposición al túnel del AVE por el Eixample donde un ingeniero de caminos que no ha realizado prueba alguna afirma que la obra de refuerzo del túnel se está realizando mal, este mismo ingeniero ha publicado un libro  negacionista del calentamiento global. Lamentablemente el que alguien tenga un título y capacidad divulgativa no le hace valedor ni de conocer una obra determinada ni de dominar una disciplina científica, en cambio esa habilidad es utilizada para generar desconfianza por un lado hacia la climatología y por el otro hacia la ingeniería civil.

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