Emociones, decisiones, racionalidad y política

La teoría popular sobre como tomamos decisiones viene a decir que las decisiones de forma racional y que las emociones son mecanismos evolutivos que funcionaban muy bien en nuestro pasado previo a la civilización, pero que ahora son mecanismos que interfieren en nuestra racionalidad. Este paradigma se engloba en el punto central de una forma de ver el mundo positivistamente.
emociones

Todos los que han tenido una discusión filosófica conmigo saben que no me adscribo al paradigma postmoderno y al relativismo, por tanto lo que haré no es un alegato a “la vuelta a la vida intuitiva y emocional” ni ninguna postmodernidad semejante.

Emociones y decisiones

Pero lo que sí es cierto es que el pensar que los seres humanos decidimos únicamente de forma racional (o de forma racional como principal motor) es algo que no describe la realidad. Las emociones son adaptaciones evolutivas que como mamíferos y simios sociales hemos desarrollado, hay emociones complejas como la envidia o los celos que compartimos con otros animales superiores, otras como el miedo o la furia la compartimos con gran parte de los animales y nos son atávicas. Las emociones impulsan a actuar a los animales, les inducen comportamientos y nosotros como animales nos vemos muy influenciados por las emociones.

A diferencia de lo que la teoría popular cree, las emociones no son un obstáculo para tomar decisiones o avanzar de forma racional. Sin ellas no nos veríamos impelidos a iniciar proyectos, de hecho nuestra toma de decisiones caería prácticamente a 0 y nos llevaría a una abulia que definitivamente nos anularía. De hecho nosotros tomamos decisiones de forma emocional y luego justificamos su elección de forma racional. Y eso se nota luego en nuestra reacción ante las consecuencias de esa decisión. Aunque sea en un tema puramente intelectual, las posturas y posicionamientos se fundamentan en emociones, de ahí que discusiones sobre metafísica puedan acabar llegando a las manos.

La emoción y la racionalidad

La razón, la argumentación no sofista (aquella que busca tan sólo derrotar al adversario y no encontrar la postura que más se acerque a la verdad) y la honestidad intelectual nos pueden permitir modificar una decisión o afianzarnos más en ella y sobretodo aprender emocionalmente y adaptarnos para futuras decisiones. Pero a priori nuestra adscripción a una u otra opción es emocional. Se pueden encontrar múltiples patologías asociadas al tema de decidir, que si no se entienden desde el punto de vista emocional, no se entienden. La incapacidad de muchas personas de tomar decisiones no se basa en carencias intelectuales, pueden identificar que opción puede ser mejor que otra, lo que no pueden es dar el paso emocional de abandonar una opción a favor de otra.

El tema de las emociones y las discusiones es algo ya bastante conocido, Schopenhauer ya lo deja ver en su libro Como ganar una discusión: el arte de la argumentación, el objetivo prioritario de una persona en una discusión no es convencer al otro o acercarse a la verdad, sino buscar derrotar a su interlocutor. Las personas al optar por una opción nos implicamos emocionalmente en ella, queramos o no, reconocer que nos hemos equivocado significa renunciar a toda esa energía emocional dedicada a tomar esa decisión y la que hemos dedicado a mantenerla.

Un par de consejos para utilizar nuestras emociones a nuestro favor

En este aspecto no haré un decálogo de coaching o una análisis a fondo de como hemos de aprender emocionalmente para poder tomar decisiones sin vernos cegados por nuestras emociones pero también siendo leales a ellas. Tan sólo indicaré un par de aspectos: la honestidad intelectual es esencial para poder aprender. Si somos honestos de forma intelectual y podemos superar los rechazos emocionales a los argumentos que no nos gustan y contemplarlos como si no nos molestaran, podremos analizarlos racionalmente. La honestidad intelectual es una virtud difícil de desarrollar ya que implica el estar dispuestos a renunciar a toda esa energía emocional destinada a defender una idea o una postura cuando veamos que hay argumentos de peso que indican que pueda estar equivocada.

El segundo aspecto que nos ayudará a tomar buenas decisiones aprovechando nuestras emociones es contemplar las emociones de hoy y las de un futuro. Hemos de consensuar con nuestros yo del futuro y sus emociones sobre lo que haremos hoy. Tal vez no me apetezca estudiar en este momento, y hacerlo contraviene mis emociones actuales, pero en un futuro voy a querer sentirme orgulloso de ese título, me va a ayudar a encontrar un mejor trabajo que me hará sentir mejor y que me dará más recursos o más tranquilidad personal. Para ello es esencial entender y conocer nuestras emociones.

Una política que emociona: políticos racionales, populistas, de conveniencia o de convicción

Este modelo emocional de las decisiones también se da en la política y en los políticos. Tanto en los que en apariencia son más racionales como en los que en apariencia son más populistas, tanto en aquellos que actúan bajo convicciones como en aquellos que actúan por conveniencia, sus decisiones son claramente emocionales. Jugaré a analizar las falsas diferencias entre diversos arquetipos de político para ver como en todos ellos están presentes las emociones a la hora de tomar decisiones.

Vayamos a la primera dicotomía, podría parecernos que un político populista que responde de inmediato a lo que la gente le pide es más emocional que un político frío y racional. Esto no es así, al menos como una norma general, el político populista se ve impelido por sus emociones a buscar en el pueblo su aceptación, su sensación de que cumple sus objetivos, pero el que se mueve en base a un modelo y toma decisiones en base a un metódico análisis de los problemas también se mueve por decisiones. Cree que sus decisiones son acertadas, cree en la racionalidad y se vuelca emocionalmente en los problemas que afronta y las soluciones que plantea.

También puede parecernos que el político que decide por conveniencia es menos emocional que el que decide por convicción. El político que defiende una postura porqué cree en ella aunque pueda perjudicarle lo hace a pesar de que el cálculo puramente egoista y racional le diga que es mejor que muestre otra postura, sus emociones le obligan a ello (emociones basada en su percepción de sí mismo, en sus miedos y sus prejuicios y también en sus principios). Pero también el político que actúa por conveniencia, sus emociones les llevan a protegerse, a mentir, a carecer de perfil o a no mojarse por nada.. tienen miedo de perder lo que tienen, tienen miedo de mostrar sus debilidades, desean adquirir más poder. Todo ello también son emociones. Y desde un punto de vista “humano” sus emociones son tan legítimas como las del anterior tipo de político, aunque para que engañarnos, en esto no me da la gana ser ecuánime: los políticos que actúan con convicción, de forma racional y con honestidad intelectual son mucho más positivos para la sociedad que los que actúan por conveniencia, sin saber que piensan y de forma populista.

A todo esto, un mal conocimiento de las propias emociones y una falta de honestidad intelectual nos puede llevar a ser muy manipulables. La falta de responsabilidad con las emociones de uno mismo de millones de personas y los sistemas de control social más sofisticados del siglo XX han permitido las mayores atrocidades que ha hecho el ser humano. Por ello a diferencia de lo que creían los viejos socialistas yo no veo suficiente que con pedagogía e información los ciudadanos se vacunan contra el totalitarismo (esto no es así, universitarios con un gran nivel de formación y con acceso amplio a mucha información han conformado los núcleos más radicalizados de totalitarismos y grupos radicales violentos), esta vacuna nace de entender nuestras emociones para evitar que a través de ellas nos puedan manipular.

¿No es emocionante la política?

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