Ascensión al Canigó (2.784 metros): en plena romería de la Flama

Ubicación: Conflent, Catalunya Nord, Francia.
Dificultad: Sin dificultad – fácil.
Altitud: 2.784 metros.
Desnivel: Unos 600 metros.
Tipo de ascensión: Estival.
Meteorología: Soleado, altos niveles de insolación.

El pasado Junio, de hecho un día antes de la noche de Sant Joan, Mireia y yo ascendimos al Canigó. La dificultad de esta cima radica más en la logística para llegar con transporte público que en la misma cima.

Para ir de Barcelona al Conflent en tren hay dos maneras, o ir hasta la frontera en Portbou o ir hasta la Tur de Carol en la Cerdanya francesa. Esta última opción casi desestimarla, la línea de RENFE de regionales Barcelona-Puigcerdà es un infierno en la tierra, actualmente desde Ribes de Fresser a Puigcerdà no hay tren y el tránsito se hace en autobús cruzando la collada de Toses en plena alta montaña pirenaica, que separa las estrivaciones de la Tossa d’Alp del cordal principal pirenaico. Un tránsito que tendría que durar 45 minutos en tren, se alarga a 2 horas y pico de autobús.

Bien, para aproximarnos al Canigó tuvimos que coger RENFE de Barcelona a Portbou (en un regional bastante cutre y lento) y de allí los trenes de la SNCF (a Perpinyà y de allí a Vilafranca de Conflent). En Vilafranca, una bonita ciudad amurallada, esperar el autobús público hasta Vernet Les Bains, autobús que habíamos perdido y por tanto tuvimos que adentrarnos en los valles que se encuentran en las faldas del Canigó. Por supuesto, Vernet Les Bains tiene una excelente oficina de información turística y allí conseguimos información de los 4×4 que ascienden hasta el refugio de Cortalet, punto donde se inicia la “normal” que asciende al Canigó.

Para el que no haya estado en la Catalunya Nord, es una experiencia, más si se es catalán. La “Catalunya Nord” es una región donde te encuentras bastantes filocatalanes. La USAP es un equipo de rugby que utiliza la senyera y canaliza gran parte de ese catalanismo cultural que viven muchos francocatalanes. Es una filia catalana que mezcla aspectos como el toreo e incluso el flamenco en su reivindicación y muestras de expresión popular. No es difícil del todo encontrar un bar o un lugareño que te hable en catalán (un catalán con un fuerte acento francés) y los nombres de casi todo están duplicados (Vilefranche o Vilafranca). Además las gentes del Conflent están muy acostumbradas a tratar con catalanes de todo tipo, por tanto aunque claramente estás en Francia y la mayoría de personas sólo entiende el francés difícilmente te sientes en una tierra estranjera y menos si se trata de practicar el montañismo.

Tres días antes de la revetlla de Sant Joan realizamos este periplo hasta Vernet Les Bains, Mireia y yo. Dormimos en un hotel del pueblo (que estaba en plenas fiestas), y por la noche todo eran tormentas, sobretodo en la zona central del macizo del Canigó, la tormenta era de tal virulencia que incluso las campanas de Vernet y de los pueblos del valle tocaban y sonaban unas alarmas (no sé si para avisar a los lugareños de que se resguardaran o para ayudar a las personas que estuvieran haciendo un treking por la zona encontrar algún pueblo donde refugiarse).

A la mañana siguiente nos levantamos con un sol de justicia y a las 7:00 pasa el taxi 4×4 que habíamos conveniado la noche anterior, por un precio muy alto (25€ por persona) te salva la larga distancia de la pista forestal (2h en 4×4) desde el valle al Chalet de Costalet (refugio de alta montaña del club alpino francés) a 2150 metros. En una localidad montaña arriba recogemos a más clientes del taxista (un tipo joven que no llegaría a los 40 años, que era un as al volante, un tipo muy simpático y que hablaba un catalán muy macarrónico pero que con nuestro francés y su catalán nos pudimos entender). Una familia francesa donde todos ellos hablaban catalán, y se empecinaron en intentar comunicarse con nosotros en catalán al descubrir que éramos de Barcelona (adiós a intentar ejercitar mi limitado francés).

Hay que recordar que faltaban unas 40 horas para la revetlla de Sant Joan… y es que el Canigó es la montaña más catalana en esas fechas. No lo escogimos a propósito, pero íbamos a subir el Canigó cuando más gente iba a subirlo en todo el año.

Subiendo en el taxi, conveniamos la hora en la que nos devolverían al valle (sobre las 17:00h), y atravesamos la pista en la plataforma posterior del 4×4. Una pista endiablada que además estaba llena de turismos (que arriesgaban muchísimo sus bajos) y 4×4 con matrículas españolas, coches de las 4 provincias catalanas. Nuestros compañeros de viaje nos preguntaban que hacían tantos catalanes-catalanes (ellos se calificaban como franceses-catalanes) en el Canigó, nosotros les explicamos la tradición de la flama del Canigó en la revetlla de Sant Joan, que luego veríamos en la misma cima de la montaña.

El taxi después de muchas vueltas nos deja en un refugio de montaña que parecía más un campamento rociero (con la salvedad que las banderas andaluzas y los símbolos rocieros eran sustituidos por senyeras) que un refugio del club alpino francés. El Canigó, desde Cortalet, siempre ha sido una romería en verano, pero a unas horas de encender la flama eso era literalmente las Ramblas. La zona de acampada estaba llena de tiendas hasta la bandera.. compararlo con Núria el 15 de Agosto es quedarse corto.

El macizo del Canigó está coronado por una serie de crestas que rodean un circo glaciar de extraordinaria belleza; pocos circos glaciares he visto tan bien definidos, y desde el refugio ya se veían los neveros permanentes del circo. En la cima de esa cresta se encuentra la cima del Canigó, que a pesar de tener una caída extraordinaria hacia el circo, muy vertiginosa y a pico, sus accesos son verticales pero muy practicables. Eso hace que subir al Canigó no tenga ninguna dificultad. No es un “cim de vaca” porqué hay una zona de rocas al final muy empinada, pero no hay que utilizar las manos para nada por la vía normal.

Comenzamos a caminar primero hacia el oeste, resiguiendo un camino más que trillado, reseguido y sin pérdida, que busca la loma sur del Canigó y del Pic Jofre que se encuentra algo antes. En unos 15 minutos se alcanza esa loma y el camino tuerce, en seguida dirección sur, ganando altura de forma constante. A unos 2.300 metros se alcanza un repecho donde por fín vemos la cima del Canigó por su cara noroeste que es la que ascenderemos al final, y el Pic Jofre casi a tocar a la izquierda. Reseguimos el camino que todo el mundo iba haciendo y poco a poco ganamos altura y avanzamos dirección sur. Cuando estamos ya en las rampas finales el camino comienza a serpentear y a adquirir un aire más vertiginoso, pero sin ningun peligro y ni tan siquiera exposición (simplemente que hasta entonces se había remontado una loma y ahora se estaba en una pala con bastante inclinación que ganaba altura entre rocas). Serpenteando por el camino ascendente se llega a un conjunto de rocas en la parte final que salvándolas por decenas de puntos se llega a la cima.

Allí encontramos una cima sobresaturada, en la que no para de llegar gente, tanto por la vía normal como por la Cheminée (por la cara sur, una grimpada sencilla)… Además allí encontramos al lado de la cruz una pila de leña para quemar esa misma noche que iban subiendo centenares de catalanes que esa noche participarían del ritual de encender la Flama del Canigó.

Cuando un andaluz vive el rocío nadie le acusa de nacionalista, es algo que no tiene que sufrir, cuando un catalán baja con un farol con la Flama del Canigó en seguida le caerán los apelativos de nacionalista; nos pasa lo mismo cuando defendemos un estado del bienestar digno para los ciudadanos de Catalunya.

Tal vez haya quien no conozca este ritual cultural (que debe mamar de las culturas preromanas amantes del fuego que había por toda la península y por el sur de Francia) lo explicaré: la noche antes de la revetlla de Sant Joan se enciende una enorme hoguera en la cima del Canigó, ese pebetero sirve como llama para alimentar centenares de faroles que llevarán centenares de personas que encenderán centenares de hogueras de Sant Joan por todos los “Paissos”. El encender hogueras de Sant Joan, que se hace en la revetlla del día de Sant Joan, se realiza no sólo en Catalunya sinó en muchas regiones de España. Es una tradición y una fiesta, el hecho de encender la Flama en el Canigó la noche anterior y aprovechar el día antes de la revetlla para poder llevarla a todos los rincones de Catalunya y extenderla es una forma de la misma fiesta que tiene su encanto.

La montaña del Canigó es mítica incluso en su primera ascensión que tradicionalmente se le asigna al rey Pere el Gran en una leyenda medieval. Desde la cima se tiene buenas vistas de las planicies francesas, no por menos el macizo se eleva más de 2000 metros sobre los valles que la bordean dándole una apariencia de que es más alto de lo que realmente es. Su posición separada del cordal principal del Pirineo, y al ser el macizo de sus dimensiones más oriental permite tener una visión privilegiada del Mediterráneo y de todo el Pirineo oriental desde el macizo del Carlit y el del Puigpedrós en la Cerdanya al macizo del Puigmal, al del Bastiments (que en Francia le llaman pico del gigante), o al Costabona. Mas al este se puede vislumbrar los Alpes, aunque ese día no tuvimos esa suerte. Sea o no sea una montaña significativa a nivel cultural, en sí es una cima y un macizo privilegiado. Desde la cima además se puede ver con cierto detalle los neveros permanentes y el lago de deshielo que hay en el mismo circo, uno de los más espectaculares del Pirineo.

El espacio en la cima era muy solicitado y la cruz apenas se podía ver tapada por un enorme montón de leña. Allí pudimos encontrar un hueco entre dos rocas algo por encima de la Cheminée y comer un poco, comemos y comenzamos el descenso dejando a decenas de personas en la cima, decenas subiendo y bajando con otras tantas decenas de personas. Salvamos la parte más empinada y allí Mireia y yo nos separamos. Ella lleva tiempo sin hacer montañismo y no quiere arriesgar tobillos ni rodillas, y a pesar de que la ascensión al Canigó no salva más que unos 600 metros en un camino que se parece a las Ramblas no deja de ser una salida de alta montaña y la prudencia siempre tiene que pesar. Yo me desvié del camino y reseguí la cresta buscando la cima del Pic Jofre, una cima rocosa a pocos metros del camino principal, la cuál sólo intentamos un puñado de montañeros y yo… (la romería de metros más abajo pasaba de intentar hacer una cima secundaria), cima que le dió cierto aliciente a la salida ya que para llegar a ella se ha de saltar de roca en roca y al acercarnos a la cresta hay cierta sensación de vertiginosidad al asomarse directamente al circo glaciar. Hice cima adelantando incluso a Mireia y a la romería de bajada, cuando ella me alcanza decidimos descansar en el repecho del inicio a 2.300 metros y tomar el sol. Allí descansamos hasta decir basta, habíamos hecho la cima en un tiempo razonable (menos de dos horas) y teníamos tiempo de sobras para llegar al refugio y esperar el 4×4. Bajamos definitivamente dejando a los que iban a subir para encender la Flama con sus faroles y sus actividades, el 4×4 nos lleva a Vernet y allí descansamos tranquilamente… al día siguiente nos esperaba nuevamente el viaje de vuelta a Barcelona.

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