El error de confundir confianza personal con la confianza política

confianzaLa confianza entre los actores políticos es uno de esos intangibles que no se suele valorar en los análisis politológicos de una forma acertada. Se considera la confianza como uno de los elementos que puede incrementar o reducir costes (según si existe o no) para llegar a acuerdos, pero no un factor limitante para llegar a estos acuerdos si hay motivos racionales para darse.

La confianza no es solo un factor que incrementa o reduce costes, en muchos casos es un factor determinante de por si. Dos personas o dos actores políticos pueden dejar de colaborar entre ellos a pesar que sea la opción más racional y beneficiosa, o un actor político puede estar colaborando con otro aún cuando esto le suponga más costes que beneficios por tener confianza con él.

La teoría del actor racional y el cambio de preferencias o las preferencias no materiales no explican del todo el porqué hay actores políticos que parecen suicidas políticos o el porqué hay acuerdos beneficiosos para las partes que nunca se toman. Tenemos claros ejemplos de decisiones demenciales en política como para suponer que un modelo de actor racional nos sirve para explicarlo todo. La política, como la economía, como la sociología, también tiene elementos de irracionalidad y de “animal spirits”. La confusión entre confianza personal y política es uno de ellos.

No entraré en el caso más relevante de falta de confianza política que hemos tenido, el extraordinario y difícil acuerdo entre Junts pel Sí y la CUP, sino haré una reflexión alrededor de la estrategia de construcción de confianza que siguen algunos líderes en su entorno. La experiencia que me da haber vivido el proceso de descomposición del PSC en la etapa de Pere Navarro y la atomización sufrida no solo por el núcleo central del PSC sino por el conjunto de “díscolos” me hace valorar como unas malas estrategias de construcción de confianza pueden ser letales en la política.

Existe un primer error que algunos líderes políticos cometen y es el confundir confianza política con la confianza personal. Este tipo de errores te hace solo escuchar a aquellos que crees amigos tuyos, en lugar de valorar aquellas voces con las que puedes compartir objetivos políticos pero no tienen porqué tener una relación personal. La confianza personal es limitada, no estamos preparados para tener una gran red de relaciones personales en las que hay una implicación emocional. En cambio, la confianza política ha de ser más amplia, se han de tejer puentes que vayan más allá de los círculos cercanos, se han de saber identificar objetivos comunes y reforzarla y un proyecto de éxito requiere redes amplias de confianza política. Eso es incompatible con las redes de confianza personales.

La confianza política tiene algunas ventajas sobre la confianza personal aunque es instrumental puede ser sólida si los objetivos son comunes. La adscripción que se pide es limitada, no requiere una confianza incondicional como la confianza personal, pero por el hecho de estar acotada puede ser duradera mientras ambos actores puedan tener beneficios. Además es acumulativa, puedes hacer sacrificios puntuales, como en el caso de la confianza personal, pero nunca serán excesivos. En cambio la confianza personal es incondicional, y al no basarse en elementos racionales y de objetivos comunes al aplicarse a la política pero estar en un ámbito instrumental (la política lo es) suele pervertirse, siempre habrá algún actor que está beneficiándose a costa del otro. Hay un refrán: “no mezcles amistad con negocios, porqué perderás el dinero y los amigos”, y este dicho se puede aplicar a la política.

El problema también radica en que si mezclas confianza política con la personal intoxicas tus relaciones personales. Estas quieras o no adquieren un aspecto más utilitario. Las confianzas políticas se pueden romper, los objetivos políticos pueden cambiar, y esto se puede negociar y hablar en política, a nivel personal no. Si la confianza política y personal están mezcladas, un cambio de preferencias se considera una traición personal; una discrepancia política una violación a la confianza personal; una diferencia temporal de objetivos políticos un conflicto moral. Es casi imposible pactar la disidencia, la discrepancia temporal o la búsqueda de objetivos opuestos de forma que no se causen daños políticos graves si la confianza política se confunde con la personal. Lo que puede ser un cambio temporal de alianzas o una diferencia temporal de criterio se confunde con una traición personal.

Para un líder confundir confianza personal con política tiene un gran problema. Hace de su proyecto algo muy pequeño. Tan pequeño como su capacidad de construir confianzas personales (difíciles, que requieren grandes dosis de energía emocional), le hace estar atrapado en una camarilla seleccionada por afinidades personales (totalmente arbitrarias) en lugar de rodearse de cuadros políticos seleccionados por méritos, habilidades o elementos que permiten crecer al proyecto.

Por otro lado si un líder confunde la confianza política con la personal trasladará a su organización o proyecto político la falta de capacidad de adaptación y resiliencia necesaria para llegar a acuerdos con terceros. En política muchas veces los acuerdos entre agentes institucionales (por ejemplo, entre dos partidos) son con niveles de confianza medios o bajos, con compromisos de baja intensidad y por tanto más volátiles. Si el líder confunde la confianza política con la personal, una violación de la confianza política (por ejemplo, la ruptura de un acuerdo) se vive como una violación de la confianza personal, con mucha mayor carga emocional y por tanto ese líder buscará solo acuerdos de alta seguridad (nadie quiere sufrir el daño emocional de una traición personal) y se limitará a las zonas de máximo confort.

Otro efecto negativo para un líder que confunde la confianza política con la personal es olvidar que internamente la confianza es bidireccional. La misma confianza política mostrada hacia sus propios cuadros es la que ellos mostrarán hacia el líder. Si este muestra niveles bajos de confianza a sus cuadros excepto a aquellos con los que tiene una relación personal intensa, estos cuadros le devolverán el mismo nivel de confianza: ninguno.

Lo curioso de todo esto es que la catastrófica caída de confianza comenzará siempre en los círculos más externos para ir aproximándose a los más internos, mientras, por el contrario, el círculo más interno, el de confianza personal, se fortalece. La percepción del líder queda bloqueada por un círculo interno que cada vez está más cerrado a su alrededor y su percepción es que está haciendo lo mejor para construir redes de confianza política, cuando el efecto es el contrario.

Paradójicamente las personas que confunden confianza personal con confianza política son personas que desean tener y generar relaciones de confianza política más intensa. El efecto en cambio es lo contrario: bajos niveles de confianza organizativa interna y entre los cuadros políticos, bajos niveles de confianza del electorado hacia el proyecto político y muy bajo nivel de confianza del resto de actores políticos hacia el líder y el proyecto.

El consejo para un líder: si quieres a alguien para tu proyecto político, busca tejer confianzas políticas mútuas, no hacerle tu amigo. Lo segundo podría llegar, pero lo primero es lo que necesitas para construir un proyecto fuerte.

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