La identificación con un demos y un relato nacional es posiblemente uno de los elementos que ayudan a construir el nacionalismo banal. Es una forma sutil de nacionalismo, la grasa que hace funcionar las instituciones de un estado, que evita cuestionarse el porqué pago impuestos para hacer funcionar infrastructuras a 1.000km de distancia y ayudar personas que no conozco. Queramos o no, los estados aún necesitan esta grasa de identificación colectiva, que supere a la “tribu” (en el sentido de colectivo de nuestro entorno que podemos llegar a conocer) y nos haga colaborar de forma voluntaria.
En el debate político catalán hay una competición de relatos nacionales. Como mínimo hay una competencia entre dos identificaciones nacionales, la catalana y la española. Hay quien aún añade más complejidades como el demos europeo/internacional o la identificación con la metrópoli barcelonesa y sus valores internacionalistas.
Para que cada ciudadano considere legítimo un referéndum unilateral o no, dependerá de si su identificación con el demos catalán es suficiente para pensar que es el Parlament y no el Congreso de los diputados la institución que considera legítima. Hasta aquí creo que todos llegamos, no estoy añadiendo ninguna idea nueva.
Donde está la idea innovadora radica en como se configura esa identificación mayor con el demos catalán que con el español o con un pseudointernacionalismos. Muchos piensan que radica en la “identidad” nacional (los valores profundos con los que nos hemos criados), si es así, esta muy difícil de cambiar. Otros piensan que esa identificación (que no la identidad) puede cambiarse vía argumentos racionales: por ejemplo, explicando el déficit fiscal o la falta de posibilidad de desarrollo de la autonomía catalana.
Posiblemente ambos planteamientos tienen elementos veraces, más el primero que el segundo. Pero este no es el factor determinante entre quienes tienen una identidad nacional débil (porqué o bien comparten elementos de diversas identidades nacionales o bien no tienen una relación afectiva fuerte con la identidad nacional materna). Por otro lado los elementos racionales son insuficientes para terminar marcando una identificación nacional ya que es una relación afectiva.
Este colectivo que definimos como de identidad nacional híbrida la identificación o no con el demos catalàn dependerá de elementos afectivos. Más allá de prescriptores y entorno personal y vivencias, cosas que son difíciles de discernir sociológicamente, está un elemento que es la relación afectiva con la lengua catalana. La relación personal que tenga esa persona de identidad híbrida con el catalán marcará mucho su identificación con el demos catalán.
Hasta hace poco creíamos que la clave para hacer independentistas era utilizar códigos de la identidad española, entre ellos el castellano. Cierto es que utilizar la lengua de forma natural ayuda a que el independentismo no sea visualizado como un guetto identitario y que tratar a personas con identidades diferentes a la nuclear catalana con toda naturalidad en sus códigos y no con los códigos de la identidad catalana más nuclear ayuda a romper las barreras. Pero al final eso no hace “nuevos independentistas”, normaliza el independentismo pero no crea vínculos afectivos con el demos catalán.
La relación afectiva con el catalán no es solo si “la utilizan” o “es su lengua materna”, sino el estatus con la que la consideran. Para muchos hijos de la inmigración española, y también para algunas personas llegadas de fuera recientemente, el catalán es la puerta de entrada a un entorno cultural, profesional, personal y educativo nuevo. Es la lengua que les ha permitido estudiar en la universidad, es la lengua que les permite acceder a entornos de ocio y culturales nuevos, es la lengua de algunos de sus dibujos de la infancia, es la lengua algunos de sus novios y novias, es la lengua que han incorporado para usar con sus hijos, es la lengua de compañeros de trabajo, es la lengua con la que hablan con algunas instituciones.
Esa relación afectiva puede en algunos casos ser negativa: es la lengua que me obligan a utilizar o a aprender, es la lengua de los que no son como yo. Pero este colectivo ya lo considero perdido para el independentismo. Donde el independentismo y el soberanismo puede crecer es por la vía de los que consideran el catalán con cariño y un valor afectivo positivo. Curiosamente la identificación y la relación con la lengua tienen una relación más marcada de lo que creemos.
Lo apuntan los estudios cuantitativos y lo definen mejor los estudios cualitativos. Hay una fuerte correlación entre la percepción y el prestigio que se tiene del catalán, aunque no sea la lengua habitual y su defensa. Y hay una fuerte correlación entre la defensa del catalán y una identificación con el demos catalán.
Seguramente la relación afectiva con el catalán es la palanca de incorporación de todos aquellos que no lo han hecho aún con el soberanismo. Seguramente una buena campaña de participación de aquellos que votarían NO, pero pueden considerar legítimo un referéndum de la independencia puede pasar por apelar los elementos de identificación compartidos entre personas de identidades híbridas y el núcleo de identidad catalana. Y el elemento clave seguramente sea la lengua catalana.
No tengo las respuestas aún, ni se me ocurre como traducir esto a una campaña de participación en un hipotético referéndum, pero las intuiciones apuntan en esta dirección.