Grácias al miedo me he evitado problemas serios en alta montaña

Hace unos días hablaba del miedo en la montaña y la influencia que tiene en nuestras decisiones, en ocasiones le miedo puede ser un enemigo y en otras un aliado, pero en general el miedo es una emoción bastante denostada.

Cualquier libro de supervivencia alerta de que el miedo puede dominar nuestras decisiones y limitar nuestra capacidad de decidir, y en general es una emoción que se considera enemiga de la supervivencia. Quien no tiene la cabeza fría tiene todos los puntos para que le pase algo.

diente-llardanaEl paso comprometido del Diente de Llardana, visto desde arriba, se puede ver la pared de ascensión y el flanqueo expuesto.

A pesar de ello, lo vuelvo a decir, una emoción que está en nuestro bagaje genético con esta fuerza, presencia y universalidad, no es una emoción que sea negativa para la supervivencia en su conjunto.

Un ejemplo de ello lo he tenido no hace mucho. Iba a volver a repetir la cresta de los espadas con un grupo bastante majo, pero esa semana había nevado y por encima de los 3000 había hielo, por tanto decidí subir por mi cuenta al Posets por la vía normal y dejar al grupo que intentara la cresta de los espadas. En este caso el miedo y la prudencia me indicaron que no valía la pena meterme en un berenjenal para hacer una cresta que ya había recorrido un mes antes con todos los puntos meteorológicos de cara.

Puede parecer una imprudencia subir una montaña sólo y dejar el grupo atrás, pero para mí tiene ciertas virtudes. Subir sólo te hace ir a tu ritmo, no te fuerza a ir más rápido de lo que te gustaría ni te tienes que parar a esperar a nadie, y si es una cima que ya conoces o que es muy fácil y el camino no tiene ninguna historia, y además mucha gente sabe donde vas a estar y si no vuelves saben donde buscarte no es mala idea.

Subir sólo tiene la virtud de que las decisiones dependen únicamente de tí, no te ves impelido a hacer algo que no ves claro por presión del grupo, ni tampoco te ves frenado porqué haya muchos que no lo vean. Decides que camino hacer, que pasos dar, por donde atacar y cuando retirarte. Dependes de tí y de nadie más.

Es evidente que subir el Posets por la normal sólo tampoco es algo muy peligroso puesto que es una vía especialmente concurrida y siempre encuentras a alguien, y aunque iba a cabeza de cualquier grupo que saliera del refugio ya que habíamos dormido por encima de este y les sacaba casi una hora a los que venían por detrás, no iba a permanecer realmente sólo durante mucho rato.

Como decía, aquella mañana mi grupo seguía dirección la cresta de los espadas y yo los abandoné desviándome del GR que ellos estaban recorriendo para remontar la canal fonda que sube por la normal hacia el Posets. Mi intención era subir el diente de Llardana, un tresmil secundario pero impresionante que hay justo en el camino de ascensión al Posets, luego seguir hacia la cima del Posets y desde allí recorrer la cresta en su tramo más fácil para esperar al grupo prácticamente en el paso del funambulista para ayudarles por si había que montar una instalación para superar el último tramo técnico de la cresta.

Ellos irían hacia el Posets por la cresta, conectaríamos y bajaríamos juntos y si había cualquier problema nos veríamos donde habíamos dejado las tiendas. El plan no salió como habíamos diseñado, la cresta de los espadas se le atragantó al grupo, ya que la atacaron no avanzada como casi todo el mundo, sinó desde el mismo collado teniendo que superar los tramos con roca más descompuesta, y en peor estado. Medio grupo decidió abandonar ya en el principio y subieron unos tresmiles sencillos de la zona, el resto siguió por la cresta consiguiendo dos de los tresmiles de esta pero teniendo que dar la vuelta y abandonar porqué habían perdido mucho tiempo. En definitiva, el objetivo de subir 6 tresmiles de la cresta de los espadas se cumplió de forma muy rara, yo subí 2 del final de la cresta (el diente y el propio Posets), medio grupo subió los dos primeros tresmiles, y el otro medio hizo los dos primeros de la cresta de los Eriste.

Mi decisión de no subir ese día en el fondo se mostró acertada para mi interés, la cresta no estaba ese día para ser subida y aunque mis compañeros no llegaron a los puntos comprometidos, se habían formado cornisas heladas bastante peligrosas de recorrer. La verdad es que no valía la pena exponerse tanto, y grácias a ello pude subir el único tresmil del listado teórico que aún me faltaba por subir de ese recorrido.

Volvemos a mi ascensión solitaria, al llegar al collado de Llardana a poco más de tresmil metros, me encontré justo entre el diente de Llardana a mi izquierda y enfrente los últimos pero aún largos 370 metros de ascensión. Como mi objetivo era subir primero el Diente de Llardana me desvié a la izquierda, comencé siguiendo unas fitas por las rocas hasta alcanzar un flanqueo corto pero que me dió mala espina: había un hielo transparente y duro y la pared, además, estaba totalmente mojada. Lo toqué un poco y noté como mi bota resbalaba. Decidí darme la vuelta y esperar en el collado a que el día avanzara un poco y el sol pudiera derretir parte de ese hielo. Me había encontrado con un paso cubierto por verglas, un hielo transparente y fino que se forma cuando llueve y la temperatura está muy baja debido a un fuerte viento. En estas condiciones se forma una especie de hielo transparente vidrioso que es un verdadero suplicio: es tan delgado que los grampones no tienen suficiente masa para agarrarse y en cambio es tan duro y resbaladizo que cualquier bota está condenada a patinar y las grietas y puntos de agarre para las manos se rellenan y no permiten la ascensión. El verglass en alta montaña es un peligro bastante grande.

Por suerte, me asusté, me tiré hacia atrás y opté por esperar. Algo avergonzado, a que el sol calentara la pared y lo derritiera. Aproveché para comer algo y poco después tiré para arriba, esta vez con algo más de decisión y con una mezcla de aprensión y de verguenza por haberme tirado atrás. El flanqueo, media hora después estaba mucho más transitable, la roca no resbalaba tanto y la bota se agarraba bien. Una vez superado el corto flanqueo llego a una especie de encanaladura casi invisible donde la pared formaba una especie de escalera natural (II) por donde atacar la cima del diente de Llardana. Los 30 o 40 metros de ascenso y descenso por esa pared los hice bastante asustado, pero en la dimensión del miedo al que ya estoy más que acostumbrado, salvé esos 30 o 40 metros, de ahí una pequeña caminata y una pseudo grimpada (I) hasta hacer cima en el diente de Llardana, una cima totalmente aérea y colgada en mitad del circo formado por la cresta de los Espadas.

Bajé con toda la prudencia que podía y la agilidad extra de no cargar con la mochila (la había dejado en el collado), bajé nuevamente la escalera natural y luego el flanqueo que ya estaba aún más limpio. Al llegar al collado me encontré con unos cuantos montañeros que estaban subiendo hacia el Posets que me miraban con cara de estar viendo bajar a un loco. La verdad es que mi pinta era algo impresionante, bajaba tan sólo con los bastones como si estuviera haciendo un raid de montaña y con todo el pelo alborotado a causa del fuerte viento, con pantalones cortos cuando todo el mundo iba bastante abrigado una cámara colgando del cuello, sin mochila e iba sólo. Además me habían visto bajar la escalera del diente de Llardana y la visión desde el collado parece un reto alpinístico de gran nivel, cuando la realidad es que esa pared es muy sencilla y no necesita ni equipamiento ni asegurarla si el día es bueno, eso sí a los que te miran desde allí les parece que estás subiendo la cara norte del Eiger.

Comenzaron algunas preguntas: ¿cómo está el camino para subir al diente? ¿es difícil al grimpada? ¿realmente vas sólo? ¿se puede subir al diente? Comencé a responder que era sencillo, que tuvieran un poco de cuidado en el flanqueo porqué la pared que antes tenía verglass ahora estaba mojada, pero que no tenía ninguna historia, pero me cortó la intervención de un montañero a mitad de explicación: ¿sabes que antes de ayer se mató una persona subiendo el diente de Llardana?. No tenía ni puñetera idea, esa historia, que se había explicado con todo lujo de detalles en el refugio de Angel Orús la noche que yo había pasado vivaqueando unos cuantos cientos de metros por encima del refugio con mi grupo, era la que tenían todos en mente cuando me vieron bajar del diente de Llardana.

Ahora entendía sus miradas y de golpe me vino una fuerte aprensión, le dije a mi interlocutor “grácias por decírmelo justo aquí abajo y no a gritos cuando estaba allí arriba”… Una vez enterado de la historia, parece ser que esa persona se resbaló en el flanqueo que algo menos de una hora antes me había hecho retroceder nuevamente al collado. Sin que nadie sepa exáctamente como se accidentó el montañero, era muy probable que el flanqueo que yo hice casi limpio, lo afrontara cargado de verglass, la nieve y el hielo que copaba la cresta de los espadas ya que la nieve había caído justo antes y seguramente el viento habría dejado un verglass bastante consistente, más extenso y resistente al calor del día 48 horas antes. Mi decisión de esperar seguramente me evitó exponerme a una situación de mucho riesgo.

Como se puede imaginar me quedé con un hueco en el estómago y continué subiendo hacia el Posets, iba alcanzando algunos grupos que se habían avanzado y me encontré con unos que ya bajaban y avisaban que tuviéramos cuidado con el hielo que había en la arista, casi al final. Al acercarme a los puntos críticos encontré que había nuevamente el maldito verglass, no le veía muy claro y decidí atacar por la izquierda algo por debajo de la arista en un flanqueo más aéreo y expuesto pero sin verglass ya que el viento soplaba desde el oeste y era esa la cara helada, en la cara este el sol y el estar protegido del viento había eliminado prácticamente todo el verglass. Evité casi todo el verglass y desde la cima ví como la mayoría de montañeros atacaba por la arista cargada de hielo haciendo maniobras extrañas, unos a cuatro patas, otros agarrándose entre ellos, vamos en un estado de equilibrio precario y avanzando como podían.

No todos los que lo intentaron hicieron cima, y los que la hicieron lo pasarib un poco canutas. Decidí bajar y esperar algo más abajo a mis compañeros, porqué la cresta de los espadas se veía impracticable a causa del hielo y la nieve y era absurdo que me metiera sólo por ella para alcanzarlos a un tercio del final.

Al bajar me encontré con un pequeño atasco en la arista, lo que de subida había sido un tramo difícil y resbaladizo, de bajada se preveía algo más complicado (siempre es más difícil bajar que subir), así que les comenté a la docena de personas que estaban allí atascadas que yo bajaría flanqueando por la cara este. Al principio se asomaron y vieron que era muy expuesta, les tuve que insistir que aunque daba más miedo, era más fácil que intentar salvar el verglass. Definitivamente la mayoría bajó por el camino que yo había utilizado de subida sin problemas… por suerte ese día ninguno de los que subimos sufrimos ningún percance y los que venían más tarde se encontraron la arista más limpia ya comenzaba a despejarse y el verglass de la arista final del Posets se iba deshaciendo.

Esta pequeña historia de una ascensión, sin ser un relato alpinístico significativo tiene un contenido importante para mí. El miedo me hizo tomar tres decisiones clave ese día que me ayudaron,:

  • No ascender a una cresta cuando claramente nos habían avisado que tenía hielo y nieve: lo que me permitió diseñar una ascensión más sencilla en solitario al Posets que ya había subido y atacar el diente de Llardana con todas las energías.
  • No atacar el diente de Llardana hasta que el verglass se deshizo casi completamente, lo cuál redujo mi nivel de exposición y aumentó las probabilidades de bajar entero de esa cima. A las pruebas de que era peligroso me remito al accidente mortal de dos días antes.
  • Evitar la vía más evidente de la normal del Posets pero más insegura debido a la presencia del verglass, tanto de subida como de bajada, poder subir al Posets de forma tranquila y sin más problemas que los estrictamente necesarios.

Todo eso, grácias a la denostada y mal entendida emoción del miedo. El miedo cuando se transforma en pánico o cuando ennubla el juicio es realmente un generador de catástrofe pero en su justa medida es una emoción que hemos de escuchar y nos alerta de los problemas que podemos encontrarnos. Es cierto que el miedo podría haberme hecho tomar malas decisiones, por ejemplo, la alternativa en la arista final del Posets era mucho más vertiginosa y daba más impresión, si hubiera hecho caso a la primera impresión hubiera seguido por la vía aparentemente más segura, pero si no lo hubiera escuchado en un principio ni me hubiera planteado buscar una alternativa más segura al paso lleno de verglass.

En definitiva, creo que todos sufrimos en un momento u otro miedo, y es bueno ir aprendiendo a dominarnos en estas situaciones. Las decisiones que tomamos en situaciones de riesgo (sea en la montaña o en la vida cotidiana) responden mucho a factores emocionales, aprender a que el miedo no nos domine es importante, pero aprender también a escucharlo es casi igual de necesario. Millones de años de evolución no pueden generar una emoción totalmente negativa.

Un comentari a “Grácias al miedo me he evitado problemas serios en alta montaña

  1. Buen análisis sobre el miedo y acertadas conclusiones. Y también un buen relato alpinístico.
    Un saludo.

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