Quiero una Catalunya sin nacionalismo banal

Woman-in-Berlin-gathers-w-009Una de las cosas que me gustaría que pasara en la hipotética Catalunya independiente es que superemos el nacionalismo banal de algunos países que nos rodean.

El nacionalismo banal a veces no es tal, y adquiere formas sancionadoras y legislativas curiosas. En una visión liberal de la sociedad, las libertades individuales suelen tener más importancia que los elementos simbólicos colectivos y en gran parte nuestra sociedad es así.

Un señor puede coger un símbolo religioso y colocarlo entre escrementos, puede dibujar a Mahoma fornicando con una cabra o podemos hacer chistes vejatorios sobre los políticos que hemos escogido.

Pero en nuestra sociedad parece ser que eso no se puede hacer con los “símbolos e instituciones nacionales”. Quemar una bandera nacional, una foto del rey, o poner al jefe del estado desnudo follando a su mujer es motivo para que los tribunales actúen y sancionen.

No es una cuestión que sólo ocurra en España, también pasa en Francia o en naciones jóvenes como Estonia donde el robo de una bandera nacional es considerado un crimen grave y un atentado a la integridad nacional.

El nacionalismo banal se refuerza en leyes y legislaciones que hacen que los “símbolos nacionales” y las “instituciones nacionales” estén sacralizadas por encima de la libertad de expresión.

Es una paradoja que los que dicen querer defender una visión republicana no nacionalista sacralicen símbolos nacionales e instituciones nacionales de esta forma. Nadie tiene el mismo tipo de problema si veja al Presidente del Gobierno que si lo hace del rey.

Se escudan en que la falta de respeto y agresión a los símbolos nacionales genera “odio y fomenta la violencia”. Sigo sin entender cómo la quema de una bandera española o la efigie del rey o silbar el himno nacional o al rey de España puede generar más odio que quemar una estelada el 11 de septiembre al lado de la vía catalana, o poner la cruz católica entre escrementos o dibujar a Mahoma fornicando con una cabra. Todas estas acciones pueden ser de muy poco buen gusto y a muchos les puede parecer ofensivas, pero sólo las primeras tienen sanciones legales y son consideradas que “incitan el odio y la violencia”. A mi parecer todas pueden potencialmente “incitar el odio y la violencia” pero en las sociedades occidentales liberales hemos decidido des-sacralizarlo todo y anteponemos la libertad de expresión y protesta contra “el buen gusto” y el “derecho a no sentirse ofendido”.

En la futura Catalunya me gustaría que quemar una senyera no fuera delito (a menos que sea quemar la senyera de un tercero), que ningún tribunal pueda pedir penas por silbar el himno nacional o por hacerle un calvo. Que ningún tribunal pueda considerar que quemar efigies del jefe del estado pueda ser un crimen equiparable a alentar la persecución y el odio hacia minorías étnicas.

No quiero una Catalunya con un nacionalismo banal. Quiero una Catalunya con símbolos nacionales, que en general respetemos, pero con la libertad que si alguien considera la senyera, els segadors o al jefe de estado como algo con lo que no conecta y que le oprime pueda silbarlo, quemarlo, abuchearlo y que el derecho a la protesta y la libertad de expresión esté encima del “derecho a no sentirse ofendido”.

Sé que esto no lo puedo conseguir en España ni en otras naciones donde el nacionalismo banal es hegemónico. El nacionalismo banal español (y de otras naciones-estado) en el fondo tiene muchos elementos de acomplejamiento, de adoctrinamiento y son herederos de un nacionalismo hegemonista. Que no puedas silbar el himno nacional o que no puedas quemar una foto del rey, tiene muchos elementos de un nacionalismo acomplejado y cobarde. Que teme que porqué exista la disidencia y la protesta contra la propia simbología nacional esto vaya a afectar a su futuro. Las ideologías ni las instituciones son sagradas y no pueden estar por encima de la libertad de expresión y de la disidencia y la protesta. Si hacemos instituciones e ideologías que pasen por encima de estas es porqué tememos a la libertad de expresión a la disidencia y a la protesta.

Y no quiero una “nación” cobarde y que tema la libertad de expresión de sus ciudadanos. Por eso me gustaría que si tenemos la suerte de construir un estado catalán propio, dejemos el nacionalismo y en especial el nacionalismo banal en un rincón de nuestro pasado.

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